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Continuamos este domingo la lectura del evangelio de Mateo, tal como corresponde al ciclo A. El texto que hoy corresponde (10,26-33) forma parte del discurso misionero (9,36-10,42), y es el segundo los cinco grandes discursos esparcidos por todo el evangelio: sermón de la montaña (5-7); discurso misionero; de las parábolas (13,1-52); sobre la iglesia (18,1-35) y sobre los últimos tiempos (25,31-46). El discurso es una respuesta a la necesidad de que las ovejas tengan pastor (9,36), a la falta de segadores (9,37) y en el rezo para que Dios envíe más (9,38). El sermón es la llamada que hace Jesús a los discípulos para que apunten a su tarea liberadora. El fragmento que leemos hoy es una advertencia sobre las dificultades y persecuciones que vendrán y que, en el momento en que se escribe el texto, ya se han empezado a producir.

El texto se estructura en tres parejas de contraposiciones, secreto / revelación; temer / no temer; confesión / negación. "No hay nada secreto que no deba revelar, ni nada oculto que no haya de saberse". La frase tiene el regusto de un dicho popular, va en contra la hipocresía de los fariseos y conceptualmente es cercana a la apocalíptico, muy aficionada a hablar de descubrir secretos escondidos. La revelación de Dios empieza a ser efectiva en la enseñanza de Jesús. De los planes de Dios y de la instauración de su reino se empiezan a conocer los detalles y deben ser precisamente los discípulos quienes les hagan saber a todo el mundo. Ellos han recibido una formación y una enseñanza personal y privado por parte de Jesús, ahora tienen que subir a las azoteas y, a plena luz, hacerlo saber a todo el mundo.

La segunda contraposición se mueve en la tensión existente entre el temer y el no temer. El predicador tiene motivos más que suficientes para pensar que será no aceptado y perseguido. El reino de Dios, en tanto que proyecto liberador de la persona, es incompatible con el programa opresor de la sociedad imperial. La persecución será la respuesta que esta sociedad dé a la actividad misionera y está en perfecta sintonía a las persecuciones que ya sufrieron los profetas (Jr 26,20-24). Las desgracias, sin embargo, no vendrán por este lado, el auténtico peligro radica en los que poder hacer que el alma y el cuerpo en el infierno. El poder de los que matan está limitado sólo a un concepto de la existencia humana. Creen que matando el cuerpo destruyen la totalidad de la persona humana, pero se equivocan, no pueden matar el alma. El poder de Dios es un poder sobre toda la persona y va más allá de la muerte, por eso puede reunificar el alma y el cuerpo en la resurrección (Sv 16,13-15; 2 Mac 6,30; 7,9.14. 23:29).

En positivo el no temer debe fundamentarse en una confianza en Dios a quien no se le escapa el más mínimo de todo lo que sucede en el mundo. Si controla el destino del pelo y de los pájaros, como si podría escapar el control de lo que les pueda pasar a los predicadores de su reino ?.

Confesar - negar. En la imaginación nos viene la imagen de la gran sala de un juicio real. Escena similar, la separación de las ovejas y las cabras (Mt 25,31-46). Jesús evoca un juicio donde habrá confesión por confesión, negación por negación, como una especie de ley del talión, ojo por ojo (Mt 5,38). Hay que entender confesión por una declaración inequívoca, abierta y pública de que entre Jesús defensor y discípulo defendido existe una comunión vital de pensamiento, de estimación y de proyecto compartido. La antítesis del confesar es negar. Equivale a avergonzarse de Jesús, del evangelio, a no ir bien provisto del aceite del compromiso por el reino, de tal manera que lo peor que puede pasar a quien niega Jesús es que este diga: "os aseguro que no os conozco "(Mt 25,12), declaración contundente y definitiva por parte de Jesús de que no existe entre ellos (porque ellos lo suprimieron) ningún vínculo que los una en una relación positiva.

Domingo 12 durante el año. 25 de Junio ​​de 2017

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