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Epifanía 2017. Ciclo A.
Barcelona, viernes 6 de enero de 2017.

En la liturgia de la Iglesia, la fiesta de los Reyes Magos se llama "la Epifanía del Señor".
Porque, en este día, la Iglesia nos recuerda que Jesús vino a este mundo con una misión universal, lo que nos habla de la manifestación (en griego, epifanía) de Cristo que trasciende las fronteras y los límites de Israel y sus creencias.

En la práctica, esta fiesta se ha concentrado en los regalos que los Magos ofrecieron al niño Jesús. De ahí el protagonismo de los niños y sus juguetes en motivo de esta celebración.
Sin duda que la narración de los Magos no tiene ningún fundamento histórico.
Pero sí nos interesa, y mucho, como parábola de vida.

Aquí, en efecto, quedan claras varias cosas de enorme importancia que merece la pena destacar.
Primero: la frecuente crueldad del poder político cuando es absoluto y se siente amenazado, como en el caso de Herodes.
Segundo: la colaboración que tantas veces ofrece el poder religioso al poder dominante porque ambos coinciden en intereses que les son comunes: como es dominar las personas, servirse de él.
Tercero: la utilización que los sacerdotes y sus teólogos hacen los libros religiosos (en este caso, la Biblia) para servir los intereses de los podas políticos y económicos. Los ricos siempre han sido bien tratados por la Jerarquía religiosa.
Cuarto: la mala saña de los poderosos contra los débiles, como Herodes contra el niño, José y María.
Aún así, los que hoy pasan por "importantes" y que mañana ya todo el mundo habrá olvidado, tienen también sus aspectos –para decirlo suavemente– ridículos, risibles y criticables.
Pero esto sólo lo ven y lo captan las personas lúcidas, clarividentes y críticas.
La mayoría seguirá con la comedia y la mentira de los elogios indiscriminados y ciegos.
Es decir: lamiendo los culos de los poderosos del momento y esperando alguna miserable ventajilla.
Quinto: en general, los que aparecen como los débiles, tienen más capacidad de aguante y resistencia que los, en apariencia, fuertes y llamativos.
Sexto: el poder es
–cínico
–miente
–y engaña siempre que le conviene, como Herodes intentó engañar a los Magos o los dictadores a los bobos.
Séptimo: unos forasteros y extranjeros (los Magos), fueron más generosos con Jesús que los poderes religiosos y políticos de su pueblo y de su momento.
Y, por último: es importante –¡importantísimo!–, detectar y ver cómo todo esto que acabamos de decir sigue pasando hoy. Hoy como ayer y como mañana, seguramente.

¿Qué quiere decir esto?
¿Qué significa?
Significa que ayer como hoy las autoridades políticas, lejos de dar a los débiles y pobres, ayudan casi siempre a los ricos y fuertes.
¿Por qué?
La razón y el motivo son tan claros como indignantes y vergonzosos: de los ricos y los fuertes los políticos pueden sacar ganancias, votos, provechos y dinero para sus campañas electorales infestadas y rellenas de mentiras.
En cambio, de los pobres y débiles, los políticos no pueden sacar nada.
Los pobres y débiles no son rentables.
Y por eso no interesan: los políticos piensan que no vale la pena ocuparse ni gastar saliva. Y, tan frescos, pasan página.

¿Nos ocupamos nosotros de pobres y de los débiles?
Esta es la gran cuestión que tenemos pendiente como personas que nos decimos y nos tenemos por creyentes.

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