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Un dicho de Jesús sobre la fe y la parábola de los siervos inútiles (Lc 17,5-10) las leemos en el evangelio de este domingo. La parábola resulta enigmática, desconcertante porque parece que en ella Jesús defienda la esclavitud y choca con la experiencia humana que más bien tiende a premiar a los trabajadores fieles. Parece contradecirse con Lc 12,24 donde Jesús habla de un dueño que se dispone a servir a su criado.

Puede hacerse una lectura eclesial de la parábola. Comparativamente la casa es la comunidad, los sirvientes son los ministros o los que tienen cargos en la dirección de la comunidad. La comida sería la eucaristía. Según esta interpretación el mensaje que se quiere transmitir es que los responsables de la comunidad deben ejercer su tarea con esmero y fidelidad, deben ser humildes y no esperar elogios o recompensas.

Pero hay otro posible planteamiento. Este parte de considerar que se pretende decir cuando se habla de "hacer lo que está mandado". ¿A qué se refiere lo mandado, ¿cuál es el contenido de estos mandamientos? Para la espiritualidad farisaica, Dios garantizaba la salvación a quien cumpliera los preceptos de la Ley. Jesús cuestiona este planteamiento. El cumplimiento de la ley o de normas y mandamientos del mismo estilo no otorga añadido alguno a la situación del ser humano ante Dios. El seguidor de Jesús no tiene ningún derecho adquirido. No tiene ningún sentido hacer cálculos y especulaciones, en espera de premios y recompensas. Jesús da a entender que si uno se limita a cumplir lo que está mandado, a lo máximo a que puede aspirar es decir que es un sirviente que está haciendo lo que debía hacer. Pero eso queda muy lejos de una relación con Dios que permite llamarle Padre. Cuando nos dirigimos a Dios somos hijos, no somos esclavos.

Jesús pide un plus y eso se confirma al relacionar la parábola con la petición hecha a Jesús por los apóstoles. Fijémonos en que el texto no dice: "Los discípulos dijeron a Jesús", sino "los apóstoles dijeron al Señor". La petición tiene un tono eclesial y un lenguaje típico de las comunidades cristianas de los primeros tiempos. La fe como un grano de mostaza permite ligar dicha con la parábola que compara el Reino de Dios con un grano de mostaza (13,18-19). A partir de aquí, se comprendre que la fe que se pide no es una fe conceptual, que sirve para entender dogmas y enunciados. Se trata de una fe operativa, vivencial, permanente y constante, indisolublemente vinculada con la construcción del Reino. Los discípulos enviados, apóstoles, ven que, por lo que refiere a la construcción del Reino, no han salido airosos, por eso piden: Auméntanos la fe.

Marcos (11,22-23) y Mateo (21,21) tienen un dicho similar, en un contexto en que Jesús pide a los seguidores que recen. Ellos hablan de montaña, Lucas de morera. La morera es un árbol que por las características de sus raíces cuesta mucho arrancar. Parece que Jesús pida un imposible, pero para el que cree en la utopía del Reino de Dios, no hay obstáculos insalvables. La expansión del Reino de Dios pide un salto que vaya más allá del simple cumplimiento del deber. Pide una fe que permita hacer realidad lo que humanamente parece imposible: mover moreras. Si nos limitamos a cumplir el deber nos encontramos en la situación de quienes no tienen suficiente fe y en eso se puede ver el nexo entre el dicho y la parábola. Los criados que sólo cumplen el mandado se les tacha de inútiles, porque en la tarea de la construcción del Reino son inútiles los que no van más allá del puro cumplimiento, los que no tienen iniciativa ni creatividad, ni fe en la utopía.

Domingo 27 durante el año 2 de Octubre de 2016

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