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Domingo XIII del tiempo ordinario. Ciclo C.
Barcelona, ​​26 de junio de 2016.

La historia de la intolerancia está profundamente ligada a la historia de las religiones. Y con esto, intolerancia y violencia -bendita por la religión- han ido hermanadas.
Se ha dicho, y con razón, que las ideas grandiosas cuestan numerosos sacrificios.
Ellas justifican la violencia y la desean. Es lo que estaban proponiendo Santiago y Juan. Y eso es lo que Jesús rechaza con toda energía.

Porque Jesús no admite la intolerancia religiosa. La intolerancia es lo que más nos deshumaniza.
En cambio, el seguimiento de Jesús nos hace más humanos, porque antepone la bondad y la honradez de Jesús a cualquier otro interés. Incluso, cuando se trata de intereses o vínculos tan fuertes como puede ser el deber religioso de enterrar el propio padre.
Cuando la humanidad y la bondad llegan hasta estos extremos es que estamos ante una buena persona.

En el fondo, lo que esto nos viene a decir es que el proyecto del seguimiento de Jesús es el proyecto de la libertad al servicio de la misericordia.
En esta fórmula radica el centro mismo del Evangelio y su sorprendente actualidad.
Porque si algo necesitamos hoy es la libertad que supere todos nuestros miedos.

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