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6º Domingo de Pascua. Ciclo C.
Barcelona, ​​1 de mayo de 2016.

Entre los hechos innegables de hoy hay este: el pluralismo cultural.
Es uno de los datos más características de la sociedad moderna.
Aquel mundo monolítico de hace unos años se ha fraccionado en mil pedazos.

Hoy conviven entre nosotros todo tipo de
–posicionamientos
–de ideas
–y de valores y contravalores.

Este pluralismo no es sólo un dato. Es uno de los pocos dogmas de nuestra cultura.
Hoy, todo puede ser discutido. Todo, menos el derecho de cada persona a pensar como le parezca y a ser respetada en lo que piensa.

De hecho, no son pocos los que están cayendo en un relativismo total.
Todo es lo mismo. Ya no existe
–ni verdad ni mentira
–ni belleza ni fealdad
–nada es bueno ni malo.

Se vive de impresiones y cada uno piensa lo que quiere y hace lo que más le apetece.
En este clima de relativismo se está llegando a situaciones realmente decadentes.
Se defienden las creencias más raras sin un mínimo de esfuerzo racional.
Se pretende resolver, con cuatro tópicos, las cuestiones más vitales de la persona humana.
La barbarie se está apoderando de la cultura.

La pregunta a hacer es inevitable: ¿Se puede calificar de progreso todo esto?
¿Es bueno para el hombre y para la humanidad llenar la cabeza de cualquier idea o el corazón de cualquier creencia, renunciando a una búsqueda honesta de más verdad, más bondad y sentido de la existencia?

El cristiano está llamado hoy a vivir su fe en actitud de búsqueda responsable y compartida.
Tenemos que seguir buscando la verdad última del hombre, que está muy lejos de quedar explicada satisfactoriamente a partir de teorías científicas, sistemas psicológicos o visiones ideológicas.
El cristiano está llamado a vivir sanando, curando esta cultura.

¿Por qué?
No es lo mismo ganar dinero sin escrúpulos, que vivir honestamente un servicio público.
Ni es lo mismo, clamar a favor del terrorismo, que defender los derechos de cada persona.
Ni es lo mismo abortar, que favorecer la vida.
Ni es lo mismo hacer el amor de cualquier manera, que amar al otro de verdad.
No es lo mismo ignorar los necesitados, que trabajar por sus derechos.

Lo primero es malo y perjudica a las personas.
Lo segundo, está cargado de promesas de esperanza.

También en medio del actual pluralismo siguen resonando las palabras de Jesús: "El que me ama hace caso a mi palabra; y mi Padre le amará."
Somos fieles, nosotros, en las palabras de Jesús?
Lo somos o no somos?

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