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Por Jordi Llisterri i Boix .
Omella aquest dilluns a Montserrat

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Me van a perdonar que me quede en detalles menores de la entrada del arzobispo Juan José Omella en Barcelona. Lo importante ya está dicho. El día de San Esteban en la Catedral dejó bien claro que llegaba sin prejuicios y con ganas de escuchar y aprender. Y el domingo 27 en la Sagrada Familia se vio que tenemos un arzobispo con una gran capacidad de comunicación y de empatía; que donde va, triunfa.

En este sentido, diocesanament hablando me pareció más significativa la misa del domingo. El sábado, en la Catedral, todo era más previsible ante un desembarco de la Conferencia Episcopal Española en Barcelona. Creo que no se recuerda una toma de posesión con sesenta obispos. También era el día que se debía a sus antiguos feligreses, amigos y familiares de la Rioja y de Aragón que le acompañaron. Y además se añadieron el kikos con pancarta y guitarras en la escalera de la catedral, cogiendo un protagonismo gráfico que no casa con su perfectamente descriptible ausencia de la vida diocesana durante, como mínimo, los últimos 2.000 años.

En este contexto, aun llamó más la atención la ausencia de las autoridades catalanas. Alguien no hizo bien su trabajo y se acabó provocando una foto en la primera fila que no responde a la realidad institucional y que se tendrá que enmendar. En parte, se compensó domingo con la presencia del conseller de Justicia y de los líderes municipales de CDC y de ERC. En el tema Podemos, En Común, y otros progresismos, esperamos que el cambio de arzobispo lo vean como una oportunidad para corregir y reconducir la situación.

En definitiva, sólo detalles menores de una entrada que sirvió para un aterrizaje suave en Barcelona.

En cambio, la eucaristia Sagrada Familia ya fue un acto plenamente diocesano, jugando en casa. Y Omella jugó magistralmente con los gestos, que le salen así porque él es así. Es en este sentido que se parece a Francisco. No es comedia. Al igual que el Papa sorprendió en el primer Angelus hablando de la nona teóloga y con el buen pranzo, Omella sorprendió con la anécdota del mitrado perdido por el metro (sólo le faltó rematar-la diciendo que quería ser un arzobispo metropolitano) o con la historia del plato de alfalfa. No la cuento porque seguro que ya la podrán escuchar en otros actos: "... y les sirve un plato de alfalfa".

Como con el Papa, está el problema de que sólo llame la atención la novedad. O que se acabe el repertorio de anécdotas. Tambien és cierto que el cardenal Narcís Jubany, uno de los grandes pastores que ha tenido Barcelona, ​​y que en cierto modo configuró la diócesis como es hoy, hacía homilías más largas que un día sin pan. Los jóvenes nos dormíamos en San Felipe Neri. Así, lo que hemos visto hasta ahora no es determinante, pero la proximidad y la cordialidad con la que ha llegado el desconocido Omella le ayudarán mucho cuando tenga que empezar a explicar sus primeras decisiones.

Otro detalle. Omella sin problema optó domingo para predicar en castellano. Predicaba sólo con unas notas y él mismo explicó que lo hacía en castellano para no perder "fluidez". Es curioso y dejo el tema por los estudiosos sobre cómo ha cambiado el país: si hace quince o veinte años hubiera venido un obispo aragonés en Barcelona y hubiera predicado una homilía en castellano habría montado un buen Cristo. En cambio, el domingo se aceptó con total naturalidad que lo hiciera con la lengua que le fuera mejor. Por otra parte, no creo que deba tener muchas prevenciones sobre su catalán. Habiéndolo oído como habla en las conversaciones, hay gente de Barcelona que habla mucho peor el catalán que él. Se atasca más leyéndolo que no hablando, como es normal para alguien que ha estudiado en Zaragoza y Logroño pero tiene el catalán como lengua materna. Lo importante es que no tiene ningún problema para moverse en una comunidad catalanoparlante.

Así, aún nos falta tiempo para ver las decisiones de Omella, qué diócesis irá configurando y como la diócesis lo configurará a él. Ahora dedicará los primeros meses a pisar el terreno y a observar. Y deberá calar a los cuervos que también se pesean por la Iglesia de Barcelona y que no le marquen ningún gol. Ya se verá, pero caer bien de entrada ha sido el más significativo de su llegada. Del nuevo obispo catalán que ya se hace llamar Joan Josep.

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