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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa
¿Cuál es la finalidad de las encuestas y de los estudios demoscópicos? Reflejar un estado de opinión. ¿Qué sucede con frecuencia? Se publican resultados que no expresan un parecer colectivo sino que quieren generarlo mediante la distorsión de los datos. El mundo al revés.
El problema de fondo: «¿Qué es la verdad?», pregunta formulada por Pilatos, que ha resonado a lo largo de toda la historia. Hoy quizás con más fuerza porque los poderosos medios de comunicación amplifican la mentira sin escrúpulos. Periódicos de relevancia que acusan a determinadas personas de tener depósitos ilegales, que publican números falsos de cuentas bancarias o informes policiales sin identificar… Voces en campaña electoral que acusan a sus adversarios de ladrones, gentuza, mafiosos, etc., sin aportar prueba alguna. Todo vale. Se miente vilmente y se sabe. Se buscan unos resultados concretos. Estas mentiras y difamaciones los facilitan. Destruir al adversario. Sin miramientos. Con superioridad moral, si cabe. El objetivo: conseguir el poder a cualquier precio.
La falsedad y la mentira atacan frontalmente la verdad. Hay otras formas sutiles de tergiversar la verdad, de manipularla, con argumentos deslumbrantes, a la vez que populistas. Afirmar, por ejemplo: «Debemos preguntarnos si la prioridad es destinar cuatro millones a la Fórmula 1 o garantizar las becas comedor.» La respuesta primera, para una persona con un mínimo de sensibilidad, no admite dudas: becas comedor. Pero el dilema encierra una trampa porque no se trata de dos opciones equivalentes. ¿Dónde está la diferencia? Las becas comedor son un gasto final. La Fórmula 1 representa una partida que genera muchos ingresos y muy superiores a la cuantía aportada. Un ayuntamiento debe poder atender a las personas necesitadas, sin crear dependencias crónicas. A la vez, debe velar para captar ingresos, sin los cuales no se podrían cubrir los gastos correspondientes a las políticas sociales. Contraponer estas dos medidas es demagogia porque tienen contenidos distintos.
El centro de toda política social o económica debe ser la persona, más aún cuanto más pobre y necesitada esté. Con honestidad y sin faltar a la verdad. Sin utilizarla para los propios intereses. Cuando el centro está ocupado por el ansia de poder o por la economía, las acciones pueden tener apariencia social o hacer prevalecer datos macroeconómicos, pero no son otra cosa que manipulación. Todo gobernante puede experimentar la tentación de tomar la fruta para ser como dios y emborracharse del poder que el cargo le otorga a través de las urnas.
Traicionar la verdad degrada la convivencia social y la acción política. La corrupción en este terreno también es de suma gravedad. Los resultados de la mentira se vuelven, tarde a temprano, contra sus autores, aunque solo sea a nivel de conciencia. En juego está la democracia y la libertad. Tal como dijo Jesús: «La verdad os hará libres.»
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