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Por Jordi Llisterri i Boix .

Me van a perdonar que me enrolle con la Vall d'Andorra (de la Seca y La Meca tengo menos que decir). Pero estos días se ha puesto de moda. Lo que explicaba lunes en La Vanguardia Enric Juliana es totalmente cierto. Tanto la anécdota sobre el desconocimiento inicial del papa Francisco del coprincipado episcopal, como que si alguien conoce bien el tema de Andorra es el secretario de Estado, Pietro Parolin, porque fue uno de los oficiales de secretaría de Estado que negoció el concordato entre Andorra y la Santa Sede que se firmó en 2008. Entre otras cosas, esto le permitió valorar que un estado con reconocimiento a las Naciones Unidas tiene como idioma oficial el catalán y, por tanto, que el Concordato de Andorra es el primero que se ha escrito oficialmente en catalán.

También tiene razón Juliana cuando titula que la Santa Sede "reflexiona". Reflexionar quiere decir esto, reflexionar, aunque después algunos comentarios ya han querido ver una crisis de alcance mundial. La Santa Sede reflexiona sobre muchas cosas, y evidentemente la singularidad de Andorra merece una reflexión.

Una reflexión es que el aparente anacronismo del coprincipado episcopal no es un derecho feudal del siglo XI. Proviene de esta tradición, pero hoy se sustenta en una constitución aprobada en referéndum en 1993. Además, en el Concordato de 2008, hace cuatro días, se sancionó por parte de la Santa Sede esta situación afirmando que el obispo de Urgell es, desde hace más de setecientos años, Copríncipe del Principado de Andorra y que su nombramiento corresponde libremente a la Santa Sede, con la preceptiva comunicación previa al Gobierno.

Evidentemente, pueden existir motivos para replantear esta situación. Uno sería que la reflexión de la Santa Sede llevara a considerar que ya ha pasado el tiempo de esta figura. Pero esto significaría abrirle una crisis constitucional a Andorra y, además, después de haber creado el descalabro tener que negociar un nuevo concordato. Por lo tanto, si se llega a esta conclusión es evidente que es un cambio que se debe hacer paso a paso, con prudencia, con diálogo con las instituciones andorranas y no de una día para otro.

La otra posibilidad es que el pueblo de Andorra democráticamente sea quien decide romper esta relación secular. Pero esto tampoco es una decisión del Gobierno sino que pide una reforma constitucional, y su referéndum y disolución de las cámaras pertinentes. Tiempo y abrir un nuevo problema en el Principado, que con el tema bancario ahora ya van sobrados.

Por lo tanto, se puede reflexionar, pero ni Andorra ni la Santa Sede puede renunciar al coprincipado de hoy para mañana. De hecho, la última vez que se ha insinuado el tema fue coincidiendo con la visita oficial del jefe de Gobierno de Andorra, Antoni Martí, al Papa Francisco de este septiembre. Por lo que no explican las notas oficiales, allí, además de hablar de la reforma del sistema financiero (un tema que en la Santa Sede ya saben de qué va), el Vaticano lo que dejó claro es que si Andorra liberalizaba el aborto, sí que caería el coprincipado episcopal. Los partidos que en las elecciones de este marzo iban en esa dirección sacaron 5 de los 28 consejeros elegidos. Así, parece que por ahora los andorranos ya han elegido.

Finalmente, sobre lo que puede tener de anacrónico el tema del coprincipado episcopal, hay que confrontarlo con las alternativas. En este sentido, no puedo estar más de acuerdo con el bitlllete de este jueves de Vicenç Villatoro en el Ara: "El sistema de coprincipado puede parecer absurdo en otro contexto, pero en un país pequeño entre grandes, unido a Cataluña por la Lengua y la cultura, con intereses propios, el coprincipado ha funcionado". En realidad, la alternativa mejor para Andorra es la corona española que hace tiempo que lo persigue? O España permitiría que pasará al presidente de la Generalitat? Un único copríncipe francés? O al papa, aprovechando que ya es jefe de Estado?

Por tanto, y yendo a lo que nos interesa, no creo que el tema de Andorra sea de impedimento para que el obispo de Urgell sea nombrado arzobispo de Barcelona. Si el Papa quiere traer Joan-Enric Vives a Barcelona puede hacerlo, incluso con un interregno como administrador apostólico de Urgell si desde Barcelona se mete prisa en hacer el relevo. Hay una arquitectura constitucional sólida que lo permite.

En todo caso, Joan-Enric Vives podría no venir a Barcelona porque consideran que hay otro candidato mejor o por el síndrome Martí Alanis. Es decir, que pase lo mismo que en 1991. Que se utilice el tema de Andorra para quemar la candidatura del obispo de Urgell como se hizo por el mejor candidato que en aquel momento era para venir a Barcelona en lugar del cardenal Carlos. No todo el mundo tiene un doctorado sobre Andorra y es muy fácil de convencer a unos cuantos monseñores que el obispo de Urgell se debe jubilar allí.

Además, Vives tampoco cuenta con el apoyo entusiasta del nuncio Fratini. Al gobierno de Andorra tampoco le entusiama un cambio de copríncipe. Y el tema de Andorra es un buen argumento para ir contra su nombramiento, aunque los motivos sean otros. Como cuando en el cónclave pasan informes sobre supuestas enfermedades de los papables. Esto, se ve que así. Y que los candidatos que se alargan demasiado, caen.

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