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Vigilia Pascual. Ciclo B
Barcelona, ​​4 de abril de 2015

La mayoría de nuestros sermones y la casi totalidad de nuestras palabras ya no dicen nada a nadie o muy poco.
¿Por qué?
Porque pensamos saber qué nos dirán y como nos lo dirán. De esto al bostezo hay medio paso. Vamos por la vida de sabios y de autosuficientes.
La gente tiene en mente otras cosas más inmediatas y lacerantes que la Pascua: el trabajo, el dinero, la hipoteca, los hijos, el sexo, el paro, los impuestos, los recortes, etc.
Pero, a pesar de ser consciente de ello -no vivo en el limbo- no quiero dejar pasar la Vigilia Pascual sin unas palabras que nos inviten a la reflexión serena y a la oración ferviente.

No es lo mismo revivir que resucitar.
Revivir es volver a esta vida. Resucitar es trascender esta vida.
Lo que revive, como Lázaro, vuelve al espacio y al tiempo, las dimensiones de la historia marcadas por el reloj y el calendario.
Lo que resucita, Jesús, supera el espacio y el tiempo, trasciende las dimensiones de la historia humana.
Por eso se puede y se debe decir que la Resurrección trasciende la historia: es meta histórica.
Y por eso se comprende la enorme dificultad que tenemos los mortales para comprender y aceptar la resurrección de Jesús y, de rebote, también la nuestra.

¿Qué es la Resurrección?
La Resurrección es certeza apoyada en la Palabra de Dios y es esperanza de inmortalidad y de victoria definitiva sobre la muerte.
La Resurrección es el mensaje y la promesa de esperanza que aporta el cristianismo a la condición de los que nos vemos abocados inevitablemente a la muerte temporal.
Desde este punto de vista se puede afirmar que el Evangelio es un argumento privilegiado para dar sentido a la vida en unas condiciones en las que el posible sin sentido nos pesa y nos agobia.
Si la resurrección no pasa dentro de la historia sino más allá, resulta lógico decir que la resurrección acepta no por la evidencia que se impone, sino por la fe que acepta.

La fe es siempre un acto libre que se basa en una decisión en libertad.
Y la libertad nunca da seguridad total, porque cabe la opción errónea.
Por ello, es del todo correcto decir que la Resurrección es una fuente de esperanza pero de esperanza segura.

La mayoría de veces, los hombres engañan, engatusan y fingen.
Dios, en cambio, es pura transparencia y seguridad invisible, pero total y consoladora.
Miremos fijamente, este Dios.
Y, por encima de todo, seamos agradecidos y serviciales.
Agradecidos con Dios. Serviciales para con las personas.
Agradecidos con Dios porque es la mejor de las vecindades, la más óptima de las compañías, el disfrute que sobrepasa todos los goces, el supremo consuelo ante todas las desolaciones, el preludio del Paraíso.
Serviciales para con las personas porque son nuestros hermanos aunque muchas veces no lo parezcan o, incluso, lo nieguen con sus hechos lamentables, con sus opciones erróneas.

Una amplia mayoría reflexionamos poco y mal. Y muchísimos, ni eso.
Malviven pendientes de los instintos más primarios y a trompicones según los dictados de las modas o el imperio de las pasiones más humillantes sin Norte convincente, ni ninguna creencia salvadora.
¿Qué clase de vida es ésta?
¿Creéis que es realmente vida, esto?

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