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Por Jordi Llisterri i Boix .

Me van a perdonar que me centre en un ámbito algo gremial al cumplirse los dos años de la elección de Francisco, pero la dimensión mediática va más allá del ámbito estrictamente profesional. Uno de los grandes cambios del papa Francisco ha sido la comunicación -y eso que no ha cambiado ninguno de los principales responsables de los organismos de comunicación vaticanos que puso Benedicto XVI-. Está ante los ojos de todo el mundo que este cambio se debe a su capacidad de síntesis y de utilizar un lenguaje senzillo; lo que llamaríamos dar titulares. Y sobre todo en la coherencia entre lo que dice y lo que hace, el predicar con el ejemplo. Esto es lo que le ha convertido en un líder moral en tiempo licuados. Pero todavía hay algo de más fondo. Creo que al menos en tres cosas.

La primera. Es muy relevante que donde expuso el mensaje más claro de lo que pretendía con su pontificado fuetres días después de ser elegido en el encuentro con los periodistas que cubrieron el cónclave. El "cómo querría una Iglesia pobre y para los pobres" lo dijo ante la prensa mundial reunida en el Aula Pablo VI. Pero además del tema central de pobreza y la sencillez eclesial, en el mismo acto hubo otro gesto de los que marcan como vendrían las cosas. Cuando les dijo que sabía que "muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia católica, otros no son no son creyentes" y que por ello "de corazón los impartiré una bendición en silencio, respetando la conciencia de cada uno pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios. Que Dios los bendiga ". Es decir, se acabó la Iglesia eurocéntrica que da por supuesta una sociedad católica que ha dejado de existir. Ya no hay marcha atrás en una iglesia que vive en una sociedad plural en la que sólo se puede convencer por atracción. Sin que ello signifique dejar de hacer la propuesta, ni explicitar los propios convencimientos: Que Dios los bendiga.

El segundo ha sido el gran cambio de las ruedas de prensa en el avión. En realidad, también ha sido un gran cambio los destinos siempre periféricos escogidos para los viajes. Y se acabaron las ruedas de prensa tipo plasma con preguntas pactadas y filtradas. O hay las entrevistas a los medios. Siempre existe el riesgo de no dar la respuesta más brillante, o la más políticamente correcta. Pero con este trato con la prensa se muestra como se impone la Iglesia transparente. Y la Iglesia que se arriesga. Se puede perdonar un accidente si se ha corrido un riesgo, pero no se puede perdonar la opacidad o el acomodo o el silencio o el tirar balones fuera o ir tirando.

Y, tercero; la crítica y el debate. Ya desde el primer día el Papa no ha deja de describir lo que no funcionaba bien en la Iglesia. Con ello, aunque con otro estilo, en plena continuidad con Benedicto XVI. Incluso a Francisco se le atribuyen frases demoledoras que seguramente son leyenda urbana. Pero si el Papa es capaz de hablar a la curia como lo hizo esta Navidad , el espacio para la crítica (sensata) eclesial se abre de una manera que mi generación no habíamos visto nunca. Por no decir lo que ya hemos visto que ocurre cuando temas hasta ahora inmutables como la homosexualidad, el divorciados o la anticoncepción se ponen encima la mesa. Cuando se abren espacios a la crítica y al debate, sólo con eso, la Iglesia se renueva. Y, de propina, los periodistas nos frotamos las manos, aunque esto hoy sea lo de menos.

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