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Domingo 5º de Pascua. Ciclo A
Barcelona, ​​18 de mayo de 2014

Decir que la vida tiene etapas significa que alguna vez tendremos que pensar en la última etapa que comienza con la jubilación.
Hay que aprender a envejecer.
Se trata de envejecer sabiamente, desarrollando de manera correcta las diversas dimensiones de la vida.
También la dimensión religiosa.

Llega la hora de las grandes preguntas:
- ¿Para qué he trabajado tanto?
- ¿Cuál ha sido la finalidad de mi vivir?
- ¿Qué me espera ahora?
Cada edad tiene su forma propia de expresión religiosa.
La jubilación es un tiempo propicio para encontrarse con uno mismo y con Dios. Dios Amigo y Dios Salvador.
Es el momento de confiar en su perdón y de escuchar lo que quiere decirnos en el atardecer de nuestra vida.

¿Qué es lo que nos pide?
Aprender a abandonarnos en sus brazos omnipotentes.
Se trata de estar delante de Él:
– en silencio
– sin hablar mucho
– ni pedirle grandes cosas.
Sencillamente, estar ante Él, con fe viva, esperando su gracia, implorando su perdón, agradeciéndole el regalo de su amistad, sabiendo que al final del final nos espera la salvación definitiva y eterna.

¡Qué consolador y estimulante escuchar las palabras de Jesús diciéndonos!: "No pierda la calma. Creed en Dios, creed también en Mí. Cuando me vaya y os prepare el lugar, volveré y vendréis conmigo, porque allí, donde yo estoy estéis también vosotros."

Escuchad bien lo que le voy a decir:
Todos tenemos ya preparado un lugar en el corazón de Dios.

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