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El 16 de enero de 2014 tuve el placer de participar en el acto de presentación del documento Unas humanidades con futuro celebrado en la sala Prat de la Riba del Institut d’Estudis Catalans, que ha sido uno de sus promotores institucionales junto con la Facultad de Teología de Cataluña. Magnífica puesta en escena,brillantes parlamentos y excelente documento. Me siento orgulloso de haberme adherido al texto. Recomiendo su lectura por su profundidad e interés, y a la vez, por su brevedad y claridad. Resulta de fácil acceso porque ha sido reiteradamente publicado y es muy accesible en internet.
Pero quisiera —más que realizar un comentario directo del contenido— remarcar una idea fundamental. En efecto, aunque en el momento que vivimos la reivindicación de las humanidades en los distintos ámbitos académicos es fundamental, tenemos que ser conscientes de que la «cuestión de las humanidades» tiene una trascendencia para toda la ciudadanía, muy especialmente, pensando en el devenir. Me sumo, en definitiva, a la tesis de que «no hay futuro sin humanidades». O por lo menos un futuro humano. Todos necesitamos culturalmente un instrumento crítico que nos ayude a dar y prever sentido humano y de humanización a lo que hacemos y vivimos. Éste, pues, siempre ha sido necesario pero ahora resulta más urgente y prioritario que nunca porque nuestro mundo posee un enorme potencial y no siempre sirve a las personas y a los pueblos. Esta actividad cultural, reflexiva y creativa son las humanidades.
Por lo tanto, a las personas e instituciones comprometidas por los principios y propuestas del documento —por ejemplo, maestros, profesores y escuelas; universidades y centros superiores como la Facultad de Teología; departamentos de enseñanza y de universidades, etc.— es necesario, desde una visión más amplia, añadir un buen puñado de agentes fundamentales. Menciono tres colectivos que me parecen del todo implicados: padres, políticos y empresarios. Los primeros, fomentando no sólo el gusto por las humanidades sino en la práctica habitual del humanismo en los escenarios familiares. Los políticos, en la construcción argumental y la realización práctica del buen servicio a la comunidad, la prioridad de la paz, los derechos y el diálogo. Los empresarios, en su reinvención de las empresas, es decir, bajo un modelo de economía social donde se sitúen primero las personas —trabajadores o destinatarios— por delante de los productos o las ganancias.
Publicado en Catalunya Cristiana núm. 1793, de 2 de febrero del 2014, p.11.

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