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El proceso de la LOMCE ha comportado la revitalización del debate sobre la Religión en la escuela, en especial, en el marco de la enseñanza pública. Un debate, a menudo, cargado de aspectos ideologizados, crispado y con informaciones erróneas porque —entre otras cosas— el área de Religión ha vivido un complejo desarrollo en estas últimas décadas. Por ejemplo, todavía mucha gente —incluso maestros y políticos— no saben que bajo el epígrafe «clase de Religión confesional» se ofrecen cuatro confesiones, entre ellas, la católica. ¿Qué novedades aporta la LOMCE sobre la Religión y qué valoración provisional podemos hacer?
Las novedades o cambios son cuatro:
1) La incorporación de unas materias concretas «alternativas» (Primaria: Religión – Valores culturales y sociales; Secundaria obligatoria: Religión – Valores éticos; Bachillerato: la Religión queda incorporada en el grupo de materias específicas).
2) Las alternativas no son excluyentes porque también se pueden cursar haciendo Religión o al revés. Habrá que ver la voluntad y/o creatividad en la configuración de los horarios para hacer efectiva esta posibilidad.
3) La Religión se evalúa (esto ya estaba consolidado) pero ahora computará a efectos del expediente académico del alumno/a.
4) La sutil incorporación de un punto tercero a la disposición adicional segunda (la determinación del currículum y de los estándares de aprendizaje evaluables, más autorización de los libros y materiales por parte de las autoridades religiosas).
¿Cómo valorar estos cambios? Algunos son positivos, por ejemplo, la voluntad explícita de resolver una serie de gaps históricos: alternativas concretas no excluyentes, el cómputo al expediente, la evaluación de la alternativa. También hemos de hablar de limitaciones o de posibles interpretaciones no definidas suficientemente: el episcopado ha mostrado algunas disconformidades en la configuración de la Religión en la etapa de Infantil y el Bachillerato. En este momento también tenemos temas pendientes: ¿qué orientación tendrá nuevo currículum necesario? La filosofía general de la LOMCE y la incorporación al punto 3 de la adicional segunda pueden dar alguna pista no demasiado esperanzadora. Finalmente, algunas cuestiones son ambivalente como los contenidos de las alternativas: ¿no sería mejor un planteamiento transversal de los valores, por ejemplo? Por tanto, se trata de una propuesta que mejora algunos aspectos significativos desde la particularidad de la religión, pero también tiene limitaciones y puntos ambivalentes. Sin embargo, sobre todo, es una propuesta en un contexto de conflictividad enorme —especialmente, por la concepción curricular de la ley— que provocará más de una tensión a los maestros de Religión. Algunos hablan de una oportunidad perdida y de la posibilidad de modelos mejores. Creo sinceramente que sería necesario un planteamiento más adecuado a las aportaciones de los últimos tiempos y a las necesidades contemporáneas más que «tapar pequeños agujeros». Finalmente, me atrevo a recordar cuál podría ser la mejor posición de la Iglesia católica en nuestro contexto educativo. Según mi parecer, exigir un pacto educativo como prioridad antes de convencer a unos u otros sobre aspectos de la Religión.

Publicado en Catalunya Cristiana, núm. 1.783, de 24 de noviembre de 2013, p.12.

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