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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa
La ciudad francesa de Saint-Étienne ha acogido del 9 al 11 de noviembre los Encuentros Cristianos del Eneagrama («Rencontres Chrétiennes de l'Ennéagramme»). Una aproximación al tema realizada desde tres perspectivas: cristiana, personal y profesional (psicólogos, psiquiatras, etc). Me ha sorprendido la numerosa asistencia que ha llenado el polideportivo del centro Notre Dame de Valbenoit. Un total de 950 participantes de toda Francia se han dado cita. Puntualidad cartesiana. Organización impecable. Aportación económica mínima. Colaboración de voluntarios espléndida. Alojamiento en familias, «chez l’habitant» como dicen en francés. Eucaristía dominical presidida por Mons. Dominique Lebrun, obispo de la diócesis, y concelebrada por Mons. Remi J. de Roo, obispo canadiense que participó en el Concilio Vaticano II. Conferencias interesantes. El encuentro ha acabado con una mesa redonda titulada: «El eneagrama en el seno de las comunidades cristianas: un intento de discernimiento», con participación de dos sacerdotes y el obispo de la diócesis.
El eneagrama es una tipología de personalidad, que ha sido recibida de manera desigual en algunos ambientes cristianos. En general, el mundo de la psicología, en el que se circunscribe el eneagrama, siempre ha sido recibido con notables reticencias por algunos sectores de la Iglesia. No es fácil moverse en las periferias culturales, pero estamos invitados a hacernos presentes con prudencia, pero sin complejos. La invitación del Papa promueve la intervención de los cristianos en estas zonas de riesgo. La parálisis es peor que el accidente. La periferia siempre es incómoda. No se goza de la seguridad ni de la tranquilidad del centro. Se corre el peligro de cruzar la línea. El miedo es el peor consejero. Si la Iglesia pierde su presencia en las periferias culturales, las consecuencias serán nefastas para el anuncio del Evangelio. La psicología tiene una palabra autorizada que decir al hombre y a la mujer de hoy. Algunos, erróneamente, creen que es la última palabra, como si no hubiera otras realidades que la superan como la fe y la espiritualidad. Otros, en contraposición, piensan que la psicología no tiene ninguna palabra que decir. Craso error. La cultura debe promover el diálogo interdisciplinar. No puede menospreciar el conocimiento que proporcionan las distintas disciplinas. Absolutizarlas es una grave equivocación. Desconocerlas, también. Espiritualidad y teología dan claves de interpretación que sitúan las aportaciones psicológicas en su campo específico. Como cualquier instrumento, depende de cómo se utilice. Cuando la Iglesia, por miedo o por comodidad, se aparta de las periferias culturales impide la maduración humana y espiritual de muchos creyentes. Los cristianos franceses, reunidos en Saint-Étienne lo han entendido con claridad. Hay que crear ámbitos de reflexión y discernimiento. No hacerlo es perder el futuro.
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