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Por Francesc Riu i Rovira de Villar .

Todos estaremos de acuerdo en reconocer que el proyecto de la nueva ley educativa, en trámite en el Senado, tiene mala prensa. Mejor dicho, tiene muy mala prensa. Las causas de esta mala imagen son múltiples y diversas. El proceso seguido desde el primer momento de la gestación de este proyecto de ley no ha sido el adecuado, y nadie debería sorprenderse si, un día, el ‘nacimiento’ de la LOMCE no fuese motivo de alegría compartida. Habremos perdido una nueva oportunidad de hacer una buena obra. Muy lamentable, ciertamente. ¡Hakuna matata!

Dicho esto, puede ser oportuno fijar la atención en un detalle que considero muy relevante. Imaginemos que somos espectadores de una representación teatral. Ocupamos butacas de la platea y nos dejamos conducir por la luz proyectada por unos focos muy potentes que guían nuestra mirada a lugares distintos del escenario, uno tras otro. Es muy fácil descubrir los detalles de cada uno de esos lugares, plenamente iluminados en los momentos oportunos según el guión. Al terminar la representación, sin darnos cuenta nos habremos quedado sin saber qué ha sucedido en los lugares que los focos no han iluminado en ningún momento.

Me da impresión de que, con el proyecto de LOMCE, ha sucedido algo semejante. Por motivos muy diversos, los medios de comunicación ‒y quienes los dirigen‒ solo nos han mostrado algunos aspectos de ese proyecto, no todos, ni los más importantes. No todos los rincones han sido debidamente iluminados para que los que tuviesen interés pudiesen fijar en ellos su atención.

Digo esto porque el verdadero núcleo de la nueva ley educativa, es decir, la gran cuestión que la justifica, prácticamente no ha sido objeto de debate, mientras otros aspectos mucho menos importantes han sido reiteradamente comentados, sobre todo si eran útiles para fomentar el rechazo del conjunto del proyecto.

No digo que no haya motivos para estar en contra de algunas opciones del proyecto de LOMCE, que pueden ser inoportunas. Todos somos libres a la hora de opinar sobre todo lo que es discutible. Me limito a afirmar que el verdadero núcleo de la LOMCE, que es la nueva concepción de currículo escolar y las consecuencias que tendrá, que no serán ni pocas ni irrelevantes, en la práctica no han sido objeto de debate. Me gustaría saber por qué. ¿Acaso no será esta la cuestión más trascendental cuando se trate de impulsar y valorar la calidad de la educación?

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