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Por Francesc Riu i Rovira de Villar .

Es muy posible que lo que voy a escribir no sea ‘políticamente correcto’, pero siento un impulso interior que me mueve a hacerlo. Desde ahora expreso mi deseo de no herir la sensibilidad de nadie.

El texto del Proyecto de Ley Orgánica sobre la Mejora de la Calidad Educativa es ahora objeto de debate en el Congreso de los Diputados, y se prevé que la nueva Ley será aprobada en el próximo mes de noviembre. Las escuelas deberán prepararse para incorporar algunos cambios en los procesos de enseñanza y aprendizaje, con el fin de que los jóvenes acaben su escolarización con una formación más adecuada a las nuevas necesidades. Otros países europeos ya lo han hecho. España todavía no. Me refiero al núcleo de la reforma, no a aspectos coyunturales que no tienen relación directa con ella.

No todos están de acuerdo con la idea de cambiar métodos y criterios profundamente enraizados en el terreno de la educación escolar. Seamos realistas. Las escuelas necesitan renovarse, y la política de continuar haciendo lo que estamos habituados a hacer no es lo que una sociedad inmersa en un ritmo de cambio acelerado nos exige hoy. Los jóvenes salen de nuestras escuelas con una formación que no facilita su acceso en el mundo laboral. Nuestras Universidades padecen el mismo mal. No todas siguen los pasos que establece el Proceso de Bolonia. Este es su problema. Pero es un problema muy grave para el conjunto de la sociedad.

Algunos, para defenderse del ‘peligro’ de una nueva reforma del sistema educativo, advierten que las escuelas no pueden aguantar tantos cambios: ¡ocho leyes educativas desde 1978! Seamos serios. El sistema educativo actual es el que la LOGSE estableció en el año 1990. Todos conocemos sus frutos. ¡Y la LOGSE cambió el sistema educativo establecido en el año 1970!

¿Qué pasará con la LOMCE? Dependerá de cada escuela. Las que deseen renovarse y ponerse al nivel que la nueva sociedad requiere, tendrán una oportunidad de hacerlo y mejorarán su servicio a los alumnos y a las familias. Sí, ya he dicho que lo que hoy escribiría no sería ‘políticamente correcto’.

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