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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa
Un coro de mirones observa cómo los niños bailan la capoeira en una plaza cerca de la catedral de Olinda (Pernambuco, Brasil). El edificio colonial, dedicado a São Salvador do Mundo, se alza en la cima de la colina que ofrece vistas panorámicas hacia el mar. En el interior del templo, está la tumba de Dom Helder Cámara, arzobispo de Olinda y Recife, que murió el 27 de agosto de 1999 a la edad de 90 años.
Helder Cámara tenía 54 años el 16 de noviembre de 1965. En esa fecha, se reunió con unos 40 obispos en las catacumbas de Santa Domitila en Roma. El grupo celebró una eucaristía en la que se pidió fidelidad a la persona de Jesucristo. Todos ellos firmaron un documento que recibió el nombre de “Pacto de las Catacumbas”. Pocos dias después, el 8 de diciembre, el papa Paulo VI iba clausurar el Concilio Vaticano II, del que estamos celebrando el 50 aniversario de su apertura.
El documento contiene 13 compromisos. En síntesis: vivir según el modo ordinario de la población (casa, comida, medios de locomoción), renunciar a la apariencia y a la realidad de la riqueza (vestidos y símbolos), no poseer bienes muebles e inmuebles, confiar la gestión financiera y material de la diócesis a laicos competentes y conscientes de su papel apostólico para ser menos administradores y más pastores, renunciar a nombres y títulos que expresen grandeza y poder, evitar la concesión de privilegios en las relaciones sociales, evitar la vanidad de los que colaboran con ayudas, atender con tiempo, reflexión, corazón y medios a los pobres sin perjudicar a otras personas y grupos diocesanos, transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y la justicia, propiciar el advenimiento de un orden social nuevo influyendo sobre los responsables del gobierno, poner la colegialidad de los obispos al servicio de los episcopados de las naciones pobres y pedir que las estructuras económicas y culturales no fabriquen naciones pobres en un mundo cada vez más rico, compartir la vida con sacerdotes, religiosos y laicos, en espíritu de servicio (revisión de vida, colaboración, acogida y apertura), dar a conocer estas resoluciones en las diócesis pidiendo comprensión, colaboración y oraciones.
Sorprende la coincidencia de las actuaciones del papa Francisco con los puntos del Pacto de las Catacumbas. Parece un extracto de sus meses de pontificado. Llama la atención que este documento fue firmado hace 48 años. Dom Helder Cámara, como otros obispos, fue consecuente con la firma que estampó.
La fuerza transformadora del cristianismo no proviene tanto de la calidad de sus documentos, indudable en muchos casos, como del compromiso radical de quienes los quieren encarnar en sus vidas. Basta leer el evangelio, sin glosa, y encarnarlo en la propia vida para confirmarlo.
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