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Por Ramon Bassas .

"El lector debe saber que todas las cosas existen por sí y no, sean divinas, diabólicas, terrestres o todo aquello que desee. El "uno", en tanto que sí es fuerza y ​​amor, es la verdad de Dios y Dios en persona. Pero no sabría ser reconocido como tal sin el no, y sin el no no habría alegría, ni grandeza, ni sensibilidad "
Jakob Boehme, Sex puncta theosophica (Von Sechs Theos ophischen puncta - Seis puntos Teosófica), 1620.
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Yo, ignorante como soy, no fue hasta que leí La filosofía del Renacimiento, de Ernst Bloch (Ed. 62, Barcelona, ​​1984, pp. 101 y ss.), cuando oí hablar de ref Jakob Boehme (o Böhme) y aún no he leído nada de él, aunque me entusiasma la presentación que hizo en esta recopilación de conferencias tan interesante del pensador marxista heterodoxo alemán. Aún así, he contado que debe haber dos o tres obras de él traducidas al castellano (Aurora, Siruela el año pasado, la mejor) y no me consta ninguna en catalán.
Me interesa, de Boehme (1575-1624), su reflexión sobre la oscuridad y la luz, sobre todo, que preside el conjunto de su obra, con referencias constantes a la naturaleza, la contemplación de la cual cree fundamental, y retomando la tradición de Zoroastro que Bloch llama "gnosis dualista". Bloch dice también que la tradición de la que bebe fue transmitida por las capas populares alemanas (Boehme había recorrido todo el país de joven), contra una intelectualidad que más bien desconfiaba de ello. Boehme era zapatero y tenía una formación académica muy precaria. La filosofía y la mística "a ras de suelo" me parece uno de los aspectos más sugerentes de esta figura, a la que se ha relacionado también con el Maestro Ekhart y Paracelso, y que sus lagunas académicas le hicieron de estímulo para querer conocer más.
Escribe Bloch que "Boehme comprendió que la luz no puede ser revelada si no es sobre un fondo de oscuridad", de modo que "a toda cosa le falta una contrapartida, que el 'sí' no existe sin el 'no', que el mundo está hecho de contrastes, que es objetivamente dialéctico ". Desde Caravaggio (o Zurbarán, o Ribera) hasta Marx, desde el ying-yang a Heráclito, desde Shakespeare los Pastorets, desde los toros en la división política entre derecha e izquierda, tenemos multitud de ejemplos donde la cultura intenta expresarlo.
Boehme, que tuvo bastantes problemas con las autoridades eclesiásticas, criticaba la incipiente cultura burguesa de reducir todo el cálculo proponiendo un regreso al maná natural y cualitativo del entorno, descubriendo su dialéctica sombra / luz. Y pedía, para empezar, que nos pongámos a escuchar las propias profundidades porque "el hombre que escucha él mismo tenga la impresión de sentir el mensaje secreto de las cosas". Poniendo una mirada, "cara a cara, al hambre, la inquietud y el deseo" que "por doquier lo empujan" preguntándose "de qué manera la oscuridad y el mal llegaron al mundo", tomando "conciencia de la existencia de un lío".
Efectivamente: la sombra y la luz no viven en cuartos separados, sino íntimamente relacionadas, mezcladas, en dialéctica como Naím en los Pastorets de Pàmias. El hambre, la inquietud y el deseo, como apunta, son los vehículos de ambas polaridades. Así que dudo que cortar el grifo de ninguno de los tres nos haga más "buenos".
El filósofo renacentista alemán recuerda que es el diablo quien conduce a Dios por el camino precario y dialéctico del mundo. "Si no hubiera el elemeno negativo, adverso, no habría Revelación, ni manifestación del bien", resume Bloch. "Al fondo de la negación", continúa, "Boehme vislumbra un deseo, una pulsión emocional, una veleidad nacida esencialmente de una carencia ". Un hambre que," en ante que deseo y voluntad de que, por apaciguarse, no tiene otra cuerpo que ella misma ". El Deseo que rellena el deseo y que genera más deseo, como bien explica Xavier Melloni.
Siete fuerzas de "re-creación" del mundo, a través de él mismo, son las que propone Boheme para evitar que se hunda en la nada. La primera y la segunda, dialécticamente, son la sal (la excitación, la cólera, la indignación...) y el mercurio (la susceptibilidad, la sensibilidad). Igualmente, la tercera sería la angustia (un fuego sin llama) contra una cuarta que sería el fuego que quema la angustia ("el fuego devorador convierte la llama en el hogar que reúne los humanos" explica Bloch). La quinta es la luz, con el sonido que lo acompaña siempre (sexta) y la séptima la corporalidad (que Boehme reconocidasale en el Corpus Christi como transposición de Dios en la naturaleza del cuerpo) y que acaba reuniendo el resto de fuerzas. "El hombre contiene un algo presencia había sido ya señalada en la luz". Un proceso que lleva de Lucifer ("el que lleva la luz") a Cristo dentro del Hombre, "el diablo convertido puro". Dice Bloch que "el mundo nace de una fermentación "entre el sí i el no; todo lo que hay en el mundo (...) está siempre produciendo luz, tanto en el pano químico como en el plano moral y religioso".
Que las hogueras de San Juan quemen toda angustia y que nos recuerden la luz innata en toda noche, que no nos dé miedo, así, ninguna noche. Y todo ello, aunque sea como homenaje a este humilde zapatero alemán de hace cuatrocientos años.
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