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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa
El presidente de una empresa catalana, mundialmente conocida, va a realizar un anuncio. Directivos y empleados de lujo ocupan las primeras filas. Los reporteros gráficos disparan sus flashes sin parar. Las cámaras de televisión transmiten las imágenes en directo. Se adivina la noticia, pero se desconocen sus entresijos. No se trata de una rueda de prensa. Cualquier pregunta distorsionaría el impacto. Se precisa una pausa de reflexión y de silencio para encajar los sentimientos. Sandro Rosell, presidente del Futbol Club Barcelona, confirma oficialmente los rumores. Tito Vilanova ha recaído en su enfermedad y no podrá continuar al frente del primer equipo como entrenador. Tras solicitar a todos respeto en este proceso, el presidente dice: «Os pido que penséis en las personas primero y en el club después.» Coherente con la práctica del club que preside. En la temporada anterior este criterio se ha aplicado dos veces. Una, con el mismo entrenador al no buscarle sustituto, poniendo en peligro la cuenta de resultados deportivos y económicos. Dos, con un jugador como Abidal, al que se renovó el contrato por un año más sabiendo que sería una temporada en blanco.
El presidente del gobierno español tiene sobre la mesa un tema candente: ¿qué hacer con Bankia? La entidad bancaria, codiciada por miembros egregios de su partido, presenta unos agujeros enormes. No hay muchas opciones, pero las hay: rescate, quiebra y quiebra controlada. El rescate implica destinar una cantidad ingente de dinero para reflotar la entidad. Cantidad de dinero que tendrá que sustraerse de partidas destinadas a la sanidad, a la educación o a los temas sociales. La decisión que se toma consolida el siguiente principio: «La institución primero y las personas después.» La Dirección General del Patrimonio de la Generalitat de Cataluña, Departamento de Economía y Conocimiento, está vendiendo inmuebles para pagar el sueldo de los funcionarios y efectuar los pagos más inminentes. Mientras, la sede de Bankia en la plaza Catalunya de Barcelona resulta intocable. Hay quien garantiza una inyección de miles de millones necesarios.
Tanto las instituciones como las personas requieren su atención, pero no es lo mismo poner el acento en unas o en otras. En la situación actual se está dando prioridad a los datos macroeconómicos, a las políticas de austeridad sólo en ciertos ámbitos y al mantenimiento obcecado de megaproyectos (como los Juegos Olímpicos de Madrid 2020 o las líneas del AVE con déficit crónico) en detrimento de las personas. Mientras, el talento de nuestros jóvenes se desperdicia en las colas del paro en un viaje sin futuro.
Cada uno en su ámbito puede aplicar este principio: pensar en las personas primero y en las instituciones después. ¿Qué consecuencias se desprenden en la vida práctica si se utiliza este criterio de actuación?
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