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"La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los demás, nos hace vivir en burbujas de jabón, que son hermosas, pero no son nada, son la ilusión de lo que es fútil, provisional, que lleva a la indiferencia hacia los demás, o mejor, lleva a la globalización de la indiferencia ".

El primer viaje del Papa Francisco ha sido histórico. Ha sido un viaje a una de las islas que esconden las vergüenzas de nuestras sociedades occidentales que, a pesar de la crisis actual, acumulan todavía una gran parte de las riquezas del mundo. Lampedusa es la Melilla de España, sin campos de golf. Es una isla que encierra los inmigrantes que, de manera ilegal, quieren llegar a Europa y son interceptados por la policía italiana. En varias ocasiones, ha acogido decenas de cadáveres de inmigrantes muertos.

Lampedusa representa un tipo de "muro de Berlín", establecido esta vez por los occidentales, para protegerse de las invasiones de los hambrientos del mundo. Un muro que levanta todo occidente y que se encuentra en la frontera mexicana, en los cientos de aeropuertos de nuestros países, que sacude Grecia, Turquía, Ucrania, Marruecos y muchos otros países que son las nuevas tierras de paso.

Pues bien, desde Lampedusa y desde un cayuco-patera, el Papa Francisco ha querido testimoniar que la Iglesia es, en primer lugar, la Iglesia de los pobres. Ha querido recordarnos que en el núcleo del mensaje cristiano se encuentran Las Bienaventuranzas. Ha querido manifestarnos que la Iglesia está, en primer lugar, al lado de los pobres y los perseguidos.

Ha querido también dirigirse de manera especial a todos los "acomodados" occidentales, y especialmente a todos aquellos que miran hacia otra dirección ante el drama de la inmigración y la pobreza.

Ha sido una interpelación directa a todos nosotros. Quizá ahora, con la crisis que nos afecta directamente, nos damos cuenta de que hemos dado valor a "burbujas de jabón" que nos han perfumado maliciosamente, dañando nuestra sensibilidad y nuestro criterio, adentrándonos en un laberinto fútil, frágil, interesado, perverso: la indiferencia hacia el otro. Como ha dicho el Papa Francisco, estamos cayendo en la "globalización de la indiferencia". En mi opinión, el viaje a Lampedusa marca -como intuía muy bien Armand Puig -la entrada en el segundo postconcilio .

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