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Por Ramon Bassas .

Mi padre tiene una tía, dominica del anunciata (orden fundada por el santo catalán Francesc Coll), que murió precisamente ayer, en Vic, justamente el día que hacía 104 años. En esta foto, toda vivaracha, sale cuando el Ayuntamiento le felicitó por su centenario (ver nota). Calculo que habrá sido unos ochenta y cinco u ochenta y seis años monja (recuerdo que fui al almuerzo de los 75 años de profesión, y hace muchos), casi la mitad de ellos en Francia. De hecho, vino a Vic a retirarse, ya hace más de cuarenta años, haciendo de cocinera de la casa madre, donde hay muchas otras hermanas también con edades estratosféricas. Un día me dijo que había estado en Cadaqués, casi como de clausura, y me pareció brutal que, con el desenfreno que debería haber en la calle, un grupo de monjas estuvieran al margen de él. Cuando era más joven, venía a vernos cada año, en una especie de 'vacaciones' que consistían en una semana visitando a la familia. Y como hablaba poco, pasaba como un pajarito. La fui a ver hace menos de un año y me pareció que estaba en una comunidad muy maja, que la querían mucho. Y un mundo (lo que te relaciona con la plana de Vic, el de dos generaciones encima, el de la vida monástica cerca de casa) que, aunque era ya bastante lejano, parece que se va del todo.
Pero no digan que no es fantástico llegar a los 104 años, justo el día que los haces, decidir que ya tenemos suficiente y dejar entrar finalmente a la muerte de la que has burlado, sabiendo que ya no puede hacer nada. Los de Cadaqués hace años que crían malvas.
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