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Por La puntada .

Sefa Amell es socia fundadora del Colectivo de Mujeres en la Iglesia

Que el Papa Francisco tiene un talante diferente y se hace simpático, salta a la vista. Contrasta fuertemente con el comportamiento habitual de los papas, hieráticos, inconmovibles, serios, de porte majestuoso. Este ¡incluso da besos! Me parece una buena cosa y nos alegramos de su estilo, nuevo en un Papa.
No sé si cuando se publiquen estas líneas sabremos algo más de la vida de este hombre que solo conocen en Argentina, y allí las opiniones son ambivalentes. Por lo que nos ha llegado, antes de ser obispo era un hombre muy estricto e incluso antipático, después se suavizó y ahora parece muy cercano y sencillo. De momentos todo son suposiciones. La maquinaria aduladora se ha desatado como lo habría hecho en cualquier otro caso, con un Papa cualquiera, incluso si un muñeco disfrazado de papa hubiera aparecido en ese balcón y eso da mucha angustia. La papolatría es nefasta. Siempre debe actuar el espíritu crítico, que no es el espíritu negativo. La ponderación es buena y no se han de inventar personalidades desmesuradas, excelentes o sobrenaturales.
Las opiniones de Francisco sobre los temas tabú en la Iglesia, por lo que sabemos, están de acuerdo con los estándares oficiales y parece que los mantiene. Nada de celibato opcional, nada de abortos en ningún caso, nada de homosexuales y menos casados ​​entre sí, nada de divorciados vueltos a casar, nada de mujeres al presbiterado. El listón, en estas cuestiones está, hoy por hoy, donde estaba.
¿Nos sabrá devolver la dignidad este Papa? Es la pregunta que nos hacemos muchas mujeres ante las incógnitas que se nos plantean. La confianza, la justicia, la benevolencia, el respeto, ¿nos serán restablecidos? Todavía está vigente lo que dijo Pablo VI: "Sólo un hombre, por indigno que sea, puede representar a Cristo". ¿Se llegará algún día a poder decir eso de una mujer? No es que esta frase signifique ningún ideal pero, ¿por qué en un varón se puede admitir la indignidad y no se puede aceptar ninguna mujer aunque sea digna? Mucho me temo que este papado no resolverá esta cuestión. ¡Hay tantas cosas más importantes antes! Las mujeres debemos tener paciencia y esperar que todo llegará. Este razonamiento lo hemos escuchado muchas veces y hay que decir que nos revuelve.
Las mujeres hemos esperado ya mucho. Se nos ha tratado como menores de edad, pero estamos a la altura de los mejores hombres, los más instruidos y cuerdos, los más clarividentes y más santos. ¿Qué más necesitamos, hermanos? Algunas mujeres han dicho, con razón, ha llegado la hora. La hora de ser reconocidas del todo, íntegramente como personas con todas las capacidades, apreciadas y, por qué no, admiradas. Dignas con la dignidad de hijas de Dios y de manera paritaria con los hombres. ¡Claro que sí!
Desgraciadamente el catolicismo -como otras religiones-, tiene las mujeres en un segundo plano, desclasificadas, desempeñando papeles cambiantes, secundarios e irrelevantes, sin ningún poder decisorio ni ninguna capacidad reconocida de manera, digamos, oficial. Seres de segunda a quienes no se escucha, porque no es necesario. Se les pide sumisión y obediencia a las directrices emanadas del clero masculino sean estas oportunas, inteligentes, justas, o no. No es posible el diálogo porque las posiciones se encuentran muy alejadas.
Esta es una demanda que va surgiendo, cada vez con más fuerza, desde muchos ámbitos de la Iglesia. Juan Pablo II habló en la encíclica Mulieris Dignitatem, de la dignidad de la mujer. En realidad él hablaba de una dignidad dependiente de lo masculino, porque la verdadera dignidad correspondía al varón.
Ahora que nos ilusionamos con las cosas que podría decidir el nuevo Papa, nos preguntamos si restituirá la verdadera dignidad a las mujeres.

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