—"¿Cómo puede la escuela encontrar el difícil punto de equilibrio entre el anclaje en el pasado, que puede ser un necesario marco de referencia y la necesidad de educar para un mundo diferente, imaginando el futuro donde se deberán insertar los alumnos?
Responde Bergoglio: —Vamos a hablar del alumno y hacerlo extensivo a la escuela. Suelo decir que para educar hay que tener en cuenta dos realidades: el marco de seguridad y la zona de riesgo. No se puede educar solamente en base a marcos de seguridad, ni solamente en base a zonas de riesgo; tiene que haber una proporción, no digo equilibrio, sino proporción. Siempre la educación supone un desequilibrio. Uno empieza a caminar cuando nota lo que le falta, porque si no le falta algo no camina.
—¿Cuál sería, entonces, el sano desequilibrio educativo?
—Hay que caminar con un pié en el marco de seguridad, o sea, en todo lo que viene adquirido, lo que fue incorporado por el alumno, aquello donde está seguro y se siente cómodo. Y con el otro pié, tentar zonas de riesgo, que tienen que ser proporcionales al marco de seguridad, a la idiosincrasia de la persona, al entorno social. Entonces, se va transformando esa zona de riesgo en un marco de seguridad y así sucesivamente, se avanza en la educación. Pero, sin riesgo, no se puede avanzar y, a puro riesgo, tampoco".
Es muy clarificador como entiende Bergoglio la educación: seguridad y zona de riesgo en desequilibrio y movimiento continuado, para posibilitar que el alumno avance. Una visión bien útil y necesaria para la forma de entender la educación en las instituciones educativas de hoy. Todo un reto para los educadores. También parece revelador su pensamiento sobre el cambio humano.
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