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Homília del papa Francisco en la Casa de Santa Marta 2 de mayo de 2013


El Santo Padre se detuvo a considerar los primeros pasos de la Iglesia que, después de Pentecostés, salió para ir a “las periferias de la fe” a anunciar el Evangelio. Y observó que el Espíritu Santo primero “impulsa”, con lo cual también “crea algunos problemas”, y después “hace la armonía de la Iglesia”. En efecto el Papa recordó que en Jerusalén, entre los primeros discípulos “había tantas opiniones” sobre la acogida de los paganos en la Iglesia. Había quien decía “no” a un acuerdo y quien, en cambio estaba abierto:

“Era una Iglesia del 'no, no se puede; no, no, se debe, se debe, se debe’, y una Iglesia del ‘Sí’: pero... pensemos en estas cosas, abrámonos, está el Espíritu que nos abre la puerta’. El Espíritu Santo – añadió el Papa – debía hacer su segundo trabajo: hacer la armonía de estas posiciones, la armonía de la Iglesia, entre ellos en Jerusalén y entre ellos y los paganos. Es un gran trabajo que hace siempre el Espíritu Santo en la historia. Y cuando nosotros no lo dejamos trabajar, comienzas las divisiones en la Iglesia, las sectas, todas estas cosas… porque estamos cerrados a la verdad del Espíritu”.

¿Cuál es por tanto la clave en esta disputa de los orígenes de la Iglesia? El Papa Francisco recordó las palabras inspiradas de Santiago, del Obispo de Jerusalén, que subraya que no se debe imponer sobre el cuello de los discípulos un yugo que sus mismos padres no ha sido capaces de llevar:

“Cuando el servicio del Señor se convierte en un yugo tan pesado, las puertas de las comunidades cristianas están cerradas, nadie quiere venir al Señor. Nosotros, en cambio, creemos que por la gracia del Señor Jesús somos salvados. Primero esta alegría del carisma de anunciar la gracia, después vemos qué cosa hacemos. Esta palabra, yugo, me llega al corazón, me llega a la mente”.

El Papa también se detuvo a considerar el significado, hoy en la Iglesia, de llevar un yugo. Y dijo que Jesús nos pide a todos nosotros que permanezcamos en su amor. Y precisamente de este amor nace la observancia de sus mandamientos. Ésta – reafirmó el Papa –, ha es “la comunidad cristiana del sí” que permanece en el amor de Cristo y dice algunos ‘no’ “porque está ese sí”. Es este amor – añadió Francisco – el que “nos lleva a la fidelidad al Señor”… “porque amo al Señor no hago esto” o esto otro:

“Es una comunidad del ‘sí’ y los ‘no’ son consecuencia de este ‘sí’. Pidamos al Señor que el Espíritu Santo nos asista siempre para llegar a ser comunidad de amor, de amor a Jesús que nos ha amado tanto. Comunidad de este ‘sí’. Y de este ‘sí’ cumplir los mandamientos. Comunidad de puertas abiertas. Y que nos defienda de la tentación de ser tal vez puritanos, en el sentido etimológico de la palabra, de buscar una pureza para-evangélica, una comunidad del ‘no’. Porque Jesús nos pide antes el amor, el amor por Él, y que permanezcamos en su amor”.

Entonces, concluyó el Papa, “cuando una comunidad cristiana vive en el amor, confiesa sus pecados, adora el Señor y perdona las ofensas”, y cuando tiene caridad con los demás y la manifestación del amor”, siente la obligación de la fidelidad al Señor y de hacer como los mandamientos”.

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