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Por La puntada .

Salva Clarós

La casa real se ha mostrado sorprendida por la imputación de la infanta Cristina por presuntos delitos relacionados con los negocios que compartía con su marido pero en cambio, ahora que se la "desimputa", respeta la decisión. Millet también quedó atónito al ser detenido por pagar unas obras en su casa y la fiesta de boda de su hija, entre otras cosas, con dinero del Palau de la Música Catalana. Luis Bárcenas, indignado por las acusaciones de comisionista y de evadir capitales, ha presentado una querella contra su empresa, el PP, por despido improcedente. El ex-jefe de los empresarios españoles, Gerardo Díaz Ferran no entiende cómo por no pagar unas nóminas a sus empleados, y esconder el dinero en Suiza tras la quiebra de sus empresas, ha ido a la cárcel. A Yolanda Barcina, presidenta del gobierno de Navarra, le causó también extrañeza la recriminación por haber cobrado dietas dobles y triples en un solo día como consejera de Caja Navarra. Oriol Pujol y Manuel Bustos reclamaron la presunción de inocencia en cuanto supieron también que estaban imputados por asuntos de tráfico de influencias. El denominador común de todos ellos es la falta de conciencia ética de sus fechorías, lo que explica el poco cuidado que tuvieron para esconder pruebas incriminatorias como e-mails, conversaciones telefónicas o conversaciones captadas con micrófonos escondidos, cuentas corrientes, transferencias bancarias, ostentosos relojes de oro, bolsas caras o facturas de sastre, y tantas otras cosas.

La ignorancia fingida por parte de inspectores de hacienda, por jueces, notarios, registradores, banqueros, políticos y empresarios ... ha convertido en normales el robo, el abuso y la estafa, hasta el punto de que algunos se habían creído impunes. El consentimiento y el relajamiento a la hora de aplicar las leyes ha hecho parecer normal que nadie sea señalado por el hecho de estafar, no pagar impuestos, cobrar en negro, evadir capitales ... o hacer una gamberrada. Sin la conciencia ética, se evita la responsabilidad personal de los actos. Pero no evita ser señalado por la calle, y menos aún si quien es señalado y abucheado es un representante electo, porque la condición de "electo" no es eximente sino agravante de la acción u omisión éticamente reprobable.

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