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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa
La renuncia de Benedicto XVI llenó la Capilla Sixtina de cardenales y la ciudad de Roma con más de cinco mil periodistas. Los focos mediáticos permiten conocer cosas que ignoraríamos, pero no están exentos de riesgos evidentes. Me voy a concentrar en dos, que se han agudizado tras la elección del papa Francisco. Las previsiones de las agencias de información y de las casas de apuestas han mostrado escaso ojo clínico. La especificidad del Vaticano rompe muchos moldes. No sirve aplicarle criterios que son válidos en otros campos.
Primero, la información, el periodismo, necesita titulares. Se le colgó la etiqueta de conservador a Benedicto XVI y, en seiscientos años, es el primer Papa que no conserva el cargo. Renuncia. Para el nuevo Obispo de Roma, los adjetivos y etiquetas estaban preparados: conservador, moderado, progresista… Latinoamericano estaba en la reserva. Jesuita, impensable. El papa Francisco… ¿qué es? ¿Conservador en la moral y progresista en lo social? ¿Puede ser que un cardenal experimente un cambio significado cuando es elegido Papa? El titular tiene un acierto, resume; pero su riesgo es caer en la simplicidad. La realidad, con frecuencia, es compleja. El titular supone la pérdida de la complejidad.
Segundo, los focos mediáticos se concentran en la cúspide de la pirámide. Siempre. En el ámbito del fútbol, sólo existen Messi, Ronaldo y Neymar. El resto es ignorado. Cuando los periodistas hablan de la Iglesia, la reducen a la más alta jerarquía (el Papa y el Vaticano). Los temas que atraen, el sexo y las intrigas del poder, sirven para alimentar las tendencias paranoicas de amplias capas de la población. Concentrarse en el fragmento secuestra la totalidad. La Iglesia también son los catequistas, las familias cristianas, los voluntarios de Cáritas, los universitarios que llevan revisión de vida, los trabajadores que se esfuerzan por mejorar la sociedad, los testigos en ambientes difíciles… El problema es que sustituimos la visión evangélica por la visión mediática. Esta visión se alimenta del modelo eclesial que tenían los apóstoles camino de Cafarnaúm. Discutían entre ellos sobre quién era el más importante. La pirámide. Llegar a la cima. Estar por encima de los demás. La propuesta de Jesús, como alternativa a la lucha por el poder, es el círculo. Se pone en medio de ellos con un niño, símbolo de las personas sin derechos, marginadas, pobres. Éste es el modelo de la comunidad que impulsa Jesús. En este modelo, los emporios mediáticos se pierden (y nos pierden), pero es el modelo evangélico. Estar atento al Papa es importante, pero en el centro ha de estar Jesucristo con los pobres. En vez de identificarnos con las propuestas evangélicas, nos dejamos llevar por los relatos de la prensa, la radio y la televisión. Hay que luchar por el pensamiento propio.
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