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Por Ramon Bassas .

No sé qué va primero, si el huevo o la gallina, si los medios de comunicación amplifican tanto todo el proceso de elección del nuevo papa porque se trata de un hecho muy relevante o es que lo hace relevante la enorme expectación creada el tratamiento dramático (me refiero a teatral) de la información. El hecho es que tanto la inaudita renuncia de Benedicto XVI como la reciente elección del papa Francisco ha sido foco de atención informativa por todos los medios, incluidas las "nuevas tecnologías de la comunicación" a que se amplió la bendición urbi et orbi de esta ocasión.

El fenómeno mediático debería analizarse con un poco decalma, a ver qué corrientes de fondo revela de nuestro mundo. Sospecho algunas razones de ello. La primera, porque seguramente no nos hemos librado del todo de los ritmos premodernos, marcados por elecciones y decisiones papales -entre otras cosas- tal como me hacían pensar los campaneros de Santa María de Mataró, cuando corrieron a repicar para dar la bienvenida al pontífice. Casi son los mismos que sierran una Vieja Cuaresma cada domingo, o que portan gigantes o que intentan restituir elementos festivos del barroco como hilo conductor de la historia. No nos deshacemos tan rápido de todo eso.

La segunda razón de la que sospecho tiene que ver con el auge -también barroco- de la sociedad del espectáculo, que convierte un hecho excepcional como éste en un producto de consumo informativo de masas mundial. Juan Pablo II entendióe nseguida esta nueva lógica. Fascina tanto el revestimiento (la liturgia, las formas, los espacios, etc (...) tanto como se exige el desnudo (Vatileaks, por ejemplo). La cuestión es ser el vouyeur de este intenso revestirse y desnudarse.

Sobre esto todavía quiero añadir una pequeña reflexión. Se critica a menudo la "teatratlización" de la Iglesia y se le piden gestos visibles de pobreza. Vayamos con cuidado: también esto sería una teatralización. No rehuyamos, del teatro, "representar" es, de hecho, lo que hemos venido a hacer en el mundo, en el que nos relacionamos con gestos "teatrales" (parciales, codificados ...). El retorno a la pureza me parece siempre un arma muy mentirosa.

La tercera que se me ocurre tiene que ver con el hecho de que la católica sea la única religión con un jefe visible universal tan claro, y que domine -o no- un aparato de las características atractivas para cualquier novelista de misterio como el Vaticano. Una de las características de la sociedad posmoderna recae en que prima la personalización (Obama, Lady Di, el Papa) ante (y a menudo en detrimento) la estructura de socializacióna la que en teoría pertenece (el partido demócrata, la Casa Real inglesa o la Iglesia, por ejemplo).

Y la cuarta, dejadme ser optimista, creo que tiene que ver con el deseo de sentido, mal o poco vehiculado, que late en los corazones de nuestros contemporáneos. Si de algo sirve hoy la Iglesia es, precisamente, para hacer presente una buena nueva en el mundo. Y eso, incluso aquellos que critican con más firmeza la Iglesia (y quizá por eso lo hacen) lo saben. Seguro que este factor juega también a la hora de generar tanta expectación.

Esperemos que las altas expectativas puestas en este jesuita argentino no decepcionen. Algunos aspectos discutibles de su pasado ponen agua al vino, y quizás hacen bien. Pero, a mí, que uno tenga oscuridades en su biografía, y de este tipo, casi me reconforta. Prefiero la experiencia del que ha bajado a los infiernos que el que vive en limbo de su mando a distancia opinando de todo.

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