Se da lo que se tiene

Cada medio año, más o menos, el sabio me llama. Yo, señorito, espero que me llame y busco un par de horas tranquilas que otros pagarían a precio de oro. Cuando un sabio te busca, te habla, te pregunta... te das tanto de tu pequeñez como te honra que te tenga de interlocutor a pesar de la distancia de más de treinta años y de más de treinta toneladas de conocimientos, que ya te impresionó eligiéndote para un curioso ágape a tu adolescencia. Hablamos de todo, de aquello y de esto; de anécdotas, felicidades y heridas, también.

Hace pocos días, he oído el vídeo que ha grabado CatalunyaReligió [ aquí ] donde la dominica sor Lucía Caram, además de muchas cosas, dice una esencial. Se hizo monja para entregarse a los pobres. De repente, un día, vio que necesitaba llenarse: "preocupándome de las cosas del Señor me había olvidado del señor de las cosas", decía, ya que "si no tienes nada dentro, nada puedes dar", de modo que entró en un convento contemplativo y ahora, en plena efervescencia activista, agradece la intimidad desde la que retroalimenta el sentido de su acción, una intimidad que ella comparte con Dios (porque todo alimento es en movimiento con el Otro). Y el sabio, hablando del mundo pero, claro, resonando adentro, te repite con sus palabras y su experiencia. Darás lo que tienes.

He conocido el mundo de la desafiliación, que -como dice otro sabio, Duch- es directamente proporcional a una minoría hiperafiliada, que también he conocido de cerca. Y poniendo el cuerpo y el alma en tantas cosas se han olvidado de nutrir cuerpo y alma. Hacer, hacer continuamente para no pensar, para no tener que encontrarse con uno mismo, la cara del cual, conocida, desconocida, nos molesta. En el número de diciembre de la revista Valores, el amigo Francesc Grané critica lo que llama "cristianismo sin Dios" que practican tantos, quizá con todas las buenas intenciones, pero olvidando lo que el sabio dice: sólo darás lo que tienes.

Quizás este sería un buen propósito de 2013 que lleva seis días consumiéndose.