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Recorrer la pluralidad de visiones sobre el problema del sufrimiento, presentes en el Antiguo Testamento, ayuda a entender la valoración que se hace en tanto que donación de la vida para hacer justos a los demás. Un nuevo comentario de las lecturas de este domingo, por Josep M. Solà.

SUFRIR PARA SALVAR

Dos versículos del cuarto canto del Siervo de Yahvé (Is 53,10-11) se leen en la primera lectura de este domingo. El texto comienza diciendo: "El Señor ha complacido en el que él había triturado y afligido". Que Dios se complazca en el sufrimiento humano es una expresión que contrapelo en cualquier oyente de todo lugar y de todo tiempo; se contradice con la bondad de Dios, atributo definitorio de su ser y se contradice con el proyecto creador de Dios,que ve y hace su obra buena (Gn 1,31). ¿Por qué, pues, un Dios que no sólo permite sino que se complace con el sufrimiento de un justo?.

Se puede comprender el sufrimiento causado por factores naturales: terremotos, inundaciones, enfermedades, o lo que sobreviene por el envejecimiento. En cuanto a la Escritura entendemos el sufrimiento del pueblo de Israel, esclavizado bajo la opresión de ​​Egipto y que, después de levantar su clamor es liberado por Dios (Ex). Nos impacto el sufrimiento del justo, acorralado por sus enemigos y adversarios, que después de orar pidiendo la ayuda de Dios, se ve rehabilitado en su honor y su dignidad y su confianza en Dios se fortalece. Admitimos la lógica que se produce en la relación culpa castigo. En virtud de esta relación el exilio de Babilonia es interpretado como el castigo merecido por la idolatría del pueblo, que ha abandonado el espíritu y las obligaciones de la Alianza y ha puesto su corazón en otros dioses.

El castigo del exilio es el ejemplar más claro del principio básico de la teología de la retribución: quien la hace la paga. La cosa se complica cuando aparece la figura del justo que paga sin haberla hecho. Dos modelos se nos muestran como ejemplo de esta situación: Job y el Siervo de Yahvé. El caso del siervo es más punzante porque, encima, Dios se complace en su mal.

Ante esto se producen varios niveles de respuesta. De entrada hay que decir que Israel no podía admitir el origen del mal en las riñas entre dioses, tampoco en la existencia de dos principios del bien y el mal, existentes desde siempre. Una posible respuesta es ver en el sufrimiento una acción purificadora de Dios (Jr 9,6; Sal 66,10), otra es comparar el sufrimiento a la tarea educativa de un padre hacia el hijo (Dt 8,5). En el caso de Job, Dios presenta situaciones de sofriment que se dan en la creación y que admitimos con toda naturalidad, por qué no admitirlas en los humanos?

El caso del Siervo representa un paso más respecto Job. Este recuperará su salud y sus riquezas materiales. El Siervo, sin embargo, muerto. Será un fracaso en una perspectiva humana, pero cambia cuando se sitúa en la perspectiva de Dios. El sirviente ofrecerála vida en sacrificio para expiar las culpas y hacer justos a los demás. La imagen arraiga en el cordero, que muere en lugar de Isaac, o el cordero sacrificado por Pascua, que libera de la muerte de los primogénitos o, con exactitud, en los rituales de expiación descritos en el libro del Levítico (5 , 5s). El cambio es significativo: ahora ya no es un animal que muere en sustitución de otro, sino una persona humana. La realidad del sufrimiento ha encontrado un nuevo nivel de respuesta. El sufrimiento tiene un valor expiatorio. Se convierte en un gran valor cuando se trata de otorgar el perdón y la vida para todos. Valor que se incrementa cuando el que sufre es el justo. Llegados aquí, sabiendo que el sufrimiento del justo hace justos a los demás, no resulta extraño que Dios se complazca.

Domingo 29 durante el año

21 de Octubre de 2012

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