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Por Josep Gallifa .
Intentemos introducir un poco de racionalidad en el tema de la lengua y la identidad. No es fácil porque en estos aspectos hay siempre sensibilidades personales, todas respetables. Pero sí nos parece que se hace imprescindible salir de la exageración y la falta de realismo de algunos, para no crear más problemas de los necesarios en nuestra sociedad. Dicen que los políticos están para resolver problemas y no para crearlos, no?
Empecemos: Parece que el proyecto educativo del gobierno de España del Partido Popular sea un proyecto identitario. Digo que lo parece porque su ministro de educación Sr. Wert expresa que el objetivo de las reformas educativas es que "los niños catalanes vivan de una forma más equilibrada su doble identidad" (sic). La identidad está pues en el punto de mira.
Suponiendo que pueda ser eso de tener una "doble identidad", analicemos un poco el tema de la necesidad del equilibrio, o dicho con otras palabras esto de "españolizar". Siento decirlo así, pero este es un reconocimiento implícito muy claro de que la identidad catalana, en la forma como la entienden, no la consideran española. Digamos pues que en esto coincidirían exactamente con el independentismo.
Ahora bien, es posible eso de tener una "doble identidad?" Parece un poco extraño que un niño, pongamos de Madrid pueda tener una identidad única, y en cambio los "niños catalanes" tengan una "doble identidad" que además no es "equilibrada". Prueben de hablar de la identidad de los niños o las niñas(!) en el contexto de cualquier minoría religiosa, étnica, etc. con términos frívolos o desconsiderados y verán que queda un poco mal hoy en día, por decirlo suavemente. Parece sin embargo que contra los catalanes valga todo, que son tan extraños, que incluso los niños pequeños ya tienen cosas particulares extrañas como eso de una "doble identidad" desequilibrada. Que usen lenguaje políticamente correcto, por favor, esto lo podemos exigir. Y digámoslo claro: toda persona tiene derecho al respeto por su identidad, y mucho más el derecho a que ésta se le respete por parte del estado que nos representa y por el gobierno de todos que, al fin y al cabo, acabamos sufragando entre todos. Daría para más, pero resumiendo, digamos que no es verdad que las personas tengamos dos identidades sino una identidad única, hecha y enriquecida-eso sí-con identificaciones diferentes.
Sobre la lengua: Dicen que quieren libertad de elección de lenguas. Está bien defender la libertad (daría también para más hablar de la libertad ...), pero veamos qué pasa en este caso concreto: El objetivo del modelo actual es que todos los futuros ciudadanos de Cataluña terminen dominando las dos lenguas oficiales, catalán y castellano, y que éstas puedan ser utilizadas en más o menos igualdad de condiciones en el espacio público de Cataluña. Y además parece que se consigue bastante y que es finalmente un bien querido por prácticamente todo el mundo, que no hace ningún daño a nadie (saber más), y menos a alguien de fuera de Cataluña. Ahora bien los políticos que dicen que defienden la libertad de elección de lengua, lo que realmente defienden, y no dicen, es que generaciones del futuro vivan en Cataluña sólo con la lengua castellana o española, sin necesidad de dominar el catalán. ¿Y la libertad de los catalanohablantes de poder utilizar el catalán en Cataluña? ¿De verdad defienden la libertad? ¿La de quien? No nos vengan a estas alturas con hipocresías y subterfugios, y expresen con claridad lo que quieren, tienen todo el derecho a ello. Ahora bien, diganlo todo: En el caso de que fuera posible poder aplicar el modelo que proponen, eso sí que quizás llevaría a la larga a dos escuelas, dos comunidades lingüísticas y a dos identidades. Pero ... ¿No es "la doble identidad" el peligro que dicen que quieren evitar? Escuchen: ¿Hay alguna coherencia en lo que proponen? ¿Dónde está, por favor, la racionalidad?
El aniversario de la Constitución debería servir también para recordar que en el pacto constitucional estos temas ya se trataron y se resolvieron bastante satisfactoriamente. No es de recibo a estas alturas, ni que lo haga una mayoría, reinterpretar, y finalmente cambiar, aquel espíritu constitucional, que incluía también la necesaria participación y aportación de las minorías. El peligro real aquí podría ser que la Constitución, acabara siendo la de una mayoría, quizás grande, pero que al final las minorías quedaran excluidas. Y en este caso la minoría es también un territorio... No hace falta ser un gran experto en teoría política para entender hacia dónde apunta esta inercia.
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