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1. Dios nos mira, nos escucha, nos habla, nos ama, nos perdona y nos consuela. Nosotros, ¿le escuchamos? ¿Le hablamos? ¿Le amamos? Es decir, ¿creemos en Él? (Síntesis libre del Salmo 83)
2. "Quien no reciba el Reino de Dios como un un niño no entrará en él" (Lucas 18, 17). Los niños son sencillos y confían. Son sencillos: saben las cosas elementales; no cavilan, ni elevan al absoluto lo que ellos piensan. Confían: confían en los padres; creen; espontáneamente tienen fe.
3. "Jesús y sus discípulos" (Marcos 6, 53). Jesús y sus discípulos van juntos. Donde está Jesús, allí tenemos que estar los discípulos. "Para que también vosotros estéis donde yo estoy" (Juan14, 3). Jesús está con el Padre del cielo y con la gente de la tierra.
4. Una enferma toca el borde del manto del Maestro. "Jesús se dio cuenta al instante de la fuerza que había salido de él" (Marcos 5, 30). Es que Jesús, por el poder del Señor, cura a los enfermos (Lucas 5, 17). La persona misma de Jesús es un milagro. Dios y hombre. "En él reside corporalmente toda la plenitud de la divinidad" (1 Co 2, 9).
5. Por eso Jesús hace milagros. Él es el núcleo del Reino de Dios y el milagro quiere decir que la fuerza de Dios ha anticipado el Reino entre nosotros. Nuestro vivir es Cristo y con él caminamos hacia el Reino.
6. Pero los hombres no podemos hacer milagros. Tendremos que confiar de verdad en las promesas hechas repetidamente por el mismo Jesús según las cuales cuando pedimos algo al Padre en nombre de Cristo, el Padre nos lo concederá (ver Juan 14, 13; 15, 7; 16, 23-24). Entonces haremos milagros ni que sean "de pequeño voltaje".
7. Es necesario unir la acción de la caridad con la oración humilde y confiada para que se establezca la comunicación viva entre Dios, que se inclina con amor, y las personas que crecen humildemente en Él, con una actitud receptiva de su Don pero también activa, porque hacen lo que les toca.
8. La oración y la acción humana tienen el mismo objetivo: que Dios libere a los desvalidos y abra paso a la luz allí donde había oscuridad física o espiritual, allí donde había una situación inmovilizada, bloqueada, que parecía imposible que diera paso a una situación más humana. Allí donde no había ni fe ni esperanza y, ahora, la fe viva incluye la fe, la esperanza y el amor.

9. Así, orando y haciendo lo que nos toca, nos adentraremos en la acción del mismo amor de Dios que, lenta pero inesperadamente, hace presente el Reino de Cristo. Viviremos el milagro del Reino que está cerca.

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