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Las imágenes de la tormenta "perfecta" que ha invadido la costa este de Estados Unidos creo que dejarán -además de destrozos impensables en las zonas más acomodadas de este gran país-imágenes, también, de la respuesta de una naturaleza que se rebela ante el deterioro de nuestro ecosistema.

La coincidencia de un frente tropical del Caribe y de un frente de aire polar ha generado una tormenta de dimensiones casi impensables. Hoy habrá pasado por Pennsylvania y seguirá hacia Canadá. La devastación de las zonas más ricas de Estados Unidos habrá sido grande: Nueva York nos ha mostrado nuevamente sus debilidades y el colapso de la ciudad durará días. Wall Street - icono del mercado libre y de América-ha cerrado hasta la fecha y, quizás, y hay que destacarlo, el mundo ha sobrevivido sin ansiedad. La campaña electoral americana ha hecho un paréntesis necesario y hay una duda razonable de si el próximo martes se harán las elecciones presidenciales o no. Todo el mundo hace cálculos sobre si el "Sandy" beneficia a Obama o Rommey, mientras que el presidente y el candidato se ofrecen como los primeros voluntarios para luchar contra la devastación vivida.

Yo no sé si el "Sandy" se explica por el deterioro de nuestro ecosistema, como consecuencia del cambio climático, por las excesivas emisiones de dióxido de carbono o por utilizar los recursos del planeta Tierra de forma insostenible, sin darnos cuenta de que estamos dañando nuestro hábitat de cara a las futuras generaciones. No lo sé. Estoy seguro, sin embargo, que después de la tormenta, los analistas intentarán explicarla y tratarán de entender también las que cada año amenazan principalmente las costas americanas y asiáticas. No sé si llegarán a coincidir en un análisis honesto de las razones de esta tormenta singular y que parece en muchos sentidos única.

Tengo el convencimiento, no obstante, que habrá que mirar el mundo con otros ojos. Quizás los Estados Unidos se encuentran ahora con la respuesta de la misma naturaleza después de haber bloqueado los acuerdos de Río sobre la limitación de la expulsión de gases de dióxido de carbono, máximos responsables del efecto invernadero. Quizá el mundo se da cuenta que debemos pensar y vivir con otros parámetros. Estamos en un mundo finito y todavía pedimos un crecimiento económico infinito. Hemos querido adiestrar un entorno que se rebela casi cada día.

Tal vez empezaremos a aprender que todo no es codificable, domable, que las fuerzas de la naturaleza responden a otra lógica y que nosotros - a pesar de nuestra complacencia- no dejamos de ser una chispa perdida en el medio del universo.

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