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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa
El respeto a la legalidad puede considerarse como una actitud ciudadana deseable y exigible. En ocasiones, actuar en contra de la legalidad, pese a los inconvenientes y riesgos que implica, es la solución. Más aún, constituye un deber ético.
Año 1955, 1 de diciembre. Rosa Parks, trabajadora en unos grandes almacenes, sube a un autobús en Montgomery (Alabama, EE.UU.) y se sienta en la parte trasera, en uno de los lugares permitidos para los negros, indígenas, orientales... En las próximas paradas, se incorporan algunos blancos, que permanecen de pie. El conductor, al darse cuenta, detiene el autobús e indica a tres mujeres que se levanten y les cedan sus asientos. Rosa, en contra de las ordenanzas municipales, se niega. Por este motivo, es arrestada, enjuiciada y condenada. Los compañeros de una asociación a favor de los derechos civiles, que tienen como portavoz a un joven pastor Martin Luther King, poco conocido entonces, inician un día de protesta y de boicot, que se prolonga más de un año hasta que, tras mil vericuetos jurídicos, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos declara inconstitucional la segregación racial en los autobuses. La señora Parks muere en octubre de 2005, a los 92 años. Es la primera mujer negra en ser velada en el Capitolio de Washington.
¿Por qué no se levantó aquel día y cedió su asiento a un blanco, como había hecho tantas veces? Su respuesta fue «porque estaba cansada». Cuando la legalidad es injusta, debe ser combatida por medios justos, democráticos, pacíficos, pero no debe admitirse como una realidad inmutable. El cambio se produjo porque hubo una persona, Rosa Parks, que asumió el símbolo de la denuncia, pero además porque un colectivo, dinamizado por Martin Luther King, no cejó hasta conseguir el fin de la discriminación. Más de 40.000 personas negras se vieron involucradas y aguantaron el tipo durante 381 días sin subir al autobús. Experimentaron muchas incomodidades en los desplazamientos y tuvieron que buscar alternativas. Fue duro, muy duro. Pero vencieron porque, aunque la ley no estaba de su parte, la justicia daba alas a su proyecto. No siempre lo legal es justo ni lo ilegal es injusto. Hay que saber discriminar con mucho criterio. No hay en ello propuestas anarquistas, sino proyectos de gran calado ético. Ahí está la diferencia. Ahora, que han pasado más de 50 años, la solución nos parece normal, pero mientras ocurría quienes defendían la segregación de los negros creían poseer toda la razón.
Dos años antes de morir, en una entrevista con BBC Mundo, Rosa Parks dijo dos frases, que conviene no olvidar: «Simplemente estaba cansada del maltrato» y «la libertad no es gratis».
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