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Por Francesc Riu i Rovira de Villar .

A raíz de la publicación de un libro sobre la nueva evangelización he recibido invitaciones a hablar de este tema con diversos grupos de personas. Comoquiera que había observado que las actitudes adoptadas ante esta iniciativa del Papa eran muy distintas, he considerado oportuno no caer en la tentación de limitarme a exponer lo que yo pienso, que era precisamente lo que se me pedía. Lo que he hecho ha sido suscitar un debate sobre la nueva evangelización a partir de unos pensamientos expuestos por el cardenal Walter Kasper, unos pensamientos sencillamente provocadores.

Las personas que habían acudido a esos encuentros con la intención de escuchar una conferencia teórica, después de la cual podrían manifestar su conformidad o su disconformidad sobre las tesis expuestas por el ‘ponente’, han quedado descolocadas cuando, en realidad, se han visto impulsadas a manifestar su propia opinión sobre la nueva evangelización y sobre los motivos que la justifican.

Entonces he observado un fenómeno interesante. Los que han adoptado una actitud crítica ante la propuesta de una nueva evangelización se han visto obligados a callar cuando se han percatado de que su manera de concebir esta iniciativa pastoral no tenía nada que ver con las ideas expuestas por el cardenal Kasper, con las que estaban plenamente de acuerdo aunque les doliera: por motivos diversos, todos explicables, a lo largo de las últimas décadas la Iglesia no ha hecho bien los ‘deberes’, y ahora debe ‘recuperar’. Es decir, la nueva evangelización no es un retorno al pasado, sino la expresión razonada de la voluntad de iniciar un nuevo camino que implica una profunda conversión de las personas, las instituciones y las estructuras de la Iglesia.

Me ha parecido que tanto los que han intervenido en esos encuentros exponiendo su opinión personal, como los que no la han manifestado, al terminar salían con la misma sensación: ahora entiendo de qué va la nueva evangelización. Cuando tenemos la oportunidad de reflexionar sobre la finalidad de la Iglesia, que no otra que evangelizar, y sobre lo que ha sucedido en ella y en su entorno, no es difícil que todos lleguemos a la misma conclusión: es necesaria una nueva evangelización. Y, también, una constatación: debemos hablar de ello y reflexionar seriamente para adoptar decisiones responsables.

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