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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa
La fe, ¿se tiene? ¿Se puede perder? ¿Cómo se comunica? ¿Es la meta o un camino? ¿En qué se fundamenta su dimensión teologal? ¿Qué importancia tiene para la vida de las personas? ¿Se puede ser creyente y no practicante? ¿Supone abdicar ante la razón ilustrada? Los interrogantes se agolpan. A partir de este mes, será un tema que aglutinará mucha reflexión y titulares significativos. El próximo jueves, 11 de octubre, se celebrará el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Con este motivo, el papa Benedicto XVI ha decidido convocar un Año de la Fe a través de una Carta Apostólica en forma de Motu Proprio titulada Porta Fidei (la puerta de la fe). Se iniciará en ese día y finalizará el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. No es un tema baladí, sino crucial. Los teólogos esgrimirán sus argumentos para profundizar en el tema, pero el alcance del mismo llega a cualquier persona, por el hecho de serlo.
Se trata de una realidad vital. Benedicto XVI afirma: “atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida”. No se trata de comprar un libro o unas acciones, que se poseen de una vez por todas. Aquí, como en todo rasgo existencial, hay proceso, dudas, altibajos, impulso, alegría, interrogantes, compromiso… La fe, explicada antropológicamente, se sitúa en tres núcleos de la persona, que pueden interrelacionarse o actuar por separado. Hay quien se considera creyente porque tiene unas ideas religiosas y unas convicciones concretas. Apuntan a los llamados dogmas. ¿En qué verdades hay que creer para ser cristiano, judío o musulmán? La realidad es más compleja, pero hay algo de ello. Otros creyentes fundamentan su fe en el sentimiento, en la dimensión emocional. Su fe se colorea de confianza, abandono, miedo, sumisión, suspicacia, protección, seguridad… En el fuego de la fe, no se busca tanto la luz como el calor. Hay quien, finalmente, pone la fe en la acción, en las obras, en la manera de comportarse. Ajustarse a una determinada moral determina, a su juicio, la calidad de su fe. La letra, la norma, los mandamientos sirven de guía y proporcionan la seguridad de estar en lo correcto.
Las tentaciones acechan. ¿Qué buscas? Las verdades de Dios o el Dios de las verdades. El amor de Dios o el Dios del amor. Los mandamientos de Dios o el Dios de los mandamientos. No es lo mismo. Si tu fe te conduce a Dios, en él encontrarás todo (verdad, amor y obras). Si tu fe se reduce a ideas, sentimientos o conductas, serás como el fetichista, que se conforma con el pañuelo de la persona deseada.
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