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Por Josep Gallifa .
Parece difícil en las conversaciones de estos días, desde la manifestación del 11 de septiembre y a raíz del reciente anuncio por parte del Presidente de la Generalitat de convocatoria de elecciones anticipadas, no tratar de una forma u otra el tema los cambios en la situación de la política catalana. Quizás lo que voy a escribir son cosas sabidas, pero repasemoslas para ver el efecto que hacen al ponerlas juntas y al lado a otras que llevan más recorrido. Intentaré escribir con objetividad.
Todo parece apuntar a que han aumentado los catalanes que no ven solución de futuro para Cataluña en el marco del actual Estatuto y Constitución y que quieren avanzar hacia el estado propio, como decía el lema de la manifestación del 11 S. Lo que antes podían ser visiones de unas minorías y de algunos políticos ahora está presente en mucha gente. Se ha producido en muchas conciencias como una transmutación del catalanismo que quería transformar España a un catalanismo que demanda más soberanía, y se ha concretado en la propuesta del Parlamento del derecho a decidir el futuro. Podríamos extendernos en buscar las causas, las responsabilidades, ... Ya se ha ido haciendo. Lo que sí parece és que sería un análisis sesgado aquel que quisiera minimizar lo que está pasando. No es sólo la táctica de unos u otros políticos, parece, sino que es más la gente, o al menos una parte bastante significativa de catalanes, que se han adelantado a proponer este camino. Esto tampoco quiere decir que sean todos, ni mucho menos, pero sí que hay una inercia social y política importante.
Estrechamente relacionado con ello el gobierno actual de España parece que ha puesto un límite a las aspiraciones de autogobierno de Cataluña, en la actual Constitución, Estatuto y sistema de financiación. Seguramente en el resto de España hay gente que entiende Cataluña, seguramente en los partidos de ámbito estatal hay matices, sobre si federalismo o autonomismo, pero también ha pasado que, lo que antes era cosa de unos pocos opinadores, esto que "los catalanes sólo piden", "no tienen razón", etc., ahora parece que lo piensa también mucha gente de la calle y una mayoría de la clase política y mediática española. También podríamos buscar causas, responsables, ... sólo ponemos sobre la mesa lo que parece un hecho. Es perfectamente legítimo, y quizás deseable para algunos, el poder articular desde los partidos de ámbito estatal alguna contrapropuesta para el encaje de Cataluña, que pueda ir más allá del atasco de la situación actual.
Otro hecho remarcable es que por primera vez la prensa internacional se ha hecho eco en primeras páginas de lo que ocurre en Cataluña, de aquella gran manifestación y, en algunos casos, se ha mostrado comprensiva con el problema fiscal que explican que tiene Cataluña, viendo las dificultades del camino iniciado, pero explicando con objetividad la situación. Ahora bien no se puede obviar que todo esto se da en un contexto de crisis económica, en la que España está en el punto de mira, parece que a punto de pedir un rescate, con una banca endeudada y unas administraciones que deben realizar ajustes difíciles para disminuir el déficit y devolver los créditos, con la presión de los mercados y los estados europeos menos endeudados. Esto afecta a los servicios públicos, los convenios con las instituciones sociales, académicas y de investigación, etc. también de Cataluña.
España y Cataluña además tienen un paro muy elevado, insostenible, y que sobretodo afecta a los jóvenes, la economía está en recesión o parada y no se ve cercana la recuperación económica y la creación de puestos de trabajo. Tampoco se ven sectores dinámicos de la economía que a corto plazo puedan estirar del empleo. La situación económica hace que un porcentaje de la población cada vez mayor se encuentre en situación de práctica pobreza, con unas instituciones sociales que no dan abasto. Además queda pendiente, como reclaman muchos, avanzar para construir una sociedad que sea un poco más justa donde no pase que unos pocos cada vez tengan más y más, y sean mayoría los que vayan asumiendo las consecuencias de la situación de crisis y algunos no tengan ni los mínimos para una vida digna.
Puesto todo esto junto impresiona, causa respeto. Unos tienen ilusión por el futuro, otros preocupación ... Lo que podemos decir es que son tiempos nuevos para los que no tenemos precedentes. Así pues los mapas viejos posiblemente no sirvan para guiar en los territorios nuevos. Desde los diferentes ámbitos de la sociedad, también desde la Iglesia o la Universidad, seguro que podemos contribuir, con respeto por las diferentes opciones, a pedir que los debates transcurran por caminos de racionalidad, que se puedan encontrar entre todos vías constructivas, integradoras, de diálogo y respeto, de serenidad y confianza en el futuro. Cataluña siempre lo ha sabido hacer así y no tiene porque ser diferente. También podemos contribuir a hacer ver la inadecuación del irracionalismo, las confrontaciones pasionales, las peleas basadas en la falta de autocontrol, las coacciones y amenazas, y la falta de civilidad, que lo único que amenazan es la convivencia. No es de recibo en estos momentos de tantos frentes abiertos a criminalizar a los demás, a perseguir supuestos culpables y a llevar los debates por estos viejos territorios. La campaña electoral no lo justifica, estamos en otro lugar. Es más bien un reto para la capacidad de iniciativa política para resolver los problemas reales y una prueba para la madurez de la democracia española.
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