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Anoche, en el Monasterio de Pedralbes, el cardenal Bertone recibía el IV Premio Internacional Conde de Barcelona entregado por el Rey de España. Pocas horas antes, y como ya se había avanzado desde diferentes medios, el Presidente de la Generalitat anunciaba, en el debate de política general del Parlamento de Cataluña, elecciones adelantadas para el 25 de noviembre. El cardenal Bertone iba acompañado, además del Nunció Apostólico, del conjunto de los obispos de Cataluña y los cardenales Rouco y Cañizares. Todas las autoridades políticas y partidos mayoritarios estaban presentes. La Fundación Conde de Barcelona, ​​vinculada al Grupo Godo, promotor del Premio, había invitado, además, una nutrida representación de entidades sociales, culturales y eclesiales.

El acto transcurrió al margen de los acontecimientos de las últimas semanas. Todo el mundo en la sala los tenía muy presentes, desde la manifestación hasta la carta del Rey, pero el acto, mayoritariamente en castellano, siguió el guión: reconocimiento de la Iglesia por su labor social, reconocimiento del cardenal Bertone por su gestión al frente de la Secretaría de Estado del Vaticano y recuerdo para las víctimas de las riadas del Vallès hace cincuenta años. Una música excelente inició y cerró el acto.

Los asistentes al acto seguíamos con mucha atención las intervenciones y la gesticulación de sus protagonistas. No encontramos, sin embargo, ningún gesto fuera de lo previsto. El gesto del cardenal Bertone, sin embargo, volviendo nuevamente a Cataluña era ya bastante importante. Ninguna intervención fuera de tono, con un catalán notable por parte de Bertone y del Rey. Equilibrio entre las referencias a Cataluña y a España, como si nada pasara.

El acto de ayer demostró la capacidad de presencia de la Iglesia en Cataluña y su reconocimiento por parte de diferentes sectores de nuestro país. Reforzó también el eje de Barcelona con la Santa Sede, que ha cogido un cierto peso en los últimos años gracias al cardenal de Barcelona. Manifestó, también, una mayor sensibilidad de la Santa Sede en relación con Cataluña.

Ayer, sin embargo, la gran mayoría de asistentes teníamos en la cabeza los acontecimientos de las últimas semanas y la convocatoria de elecciones. Teníamos en la cabeza el futuro de nuestro país.Tras el acto, en el claustro del Monasterio, seguirían las conversaciones rodeadas de cordialidad y de un silencio -cada día mayor- que nos rodea a muchos. Al fondo, en el reservado a las autoridades políticas y eclesiásticas, algún encuentro fuera de agenda se haría. Ciertamente, era una buena oportunidad.

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