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Cuántas veces hemos oído decir, o nosotros mismos hemos dicho al jugar a la lotería o al cuponazo, “¡Si me toca la lotería, lo daría a los pobres, haría… daría… donaría….! Todos compromisos altruistas, generosos y loables. Como si el buen propósito pudiera de alguna manera forzar el sorteo o la suerte para que esté de nuestra parte.

No sé qué pasaría si realmente después de lo dicho nos tocará o tuviéramos un golpe de suerte que nos convirtiera en millonarios; no sé si seríamos tan generosos como prometimos o soñamos cuando el dinero, que en realidad no teníamos, ya estaba casi repartido.
La semana pasada Andrés Iniesta dio generosamente sus 300.000€ para los damnificados de Valencia. Un dinero que se ganó y que decidió darlo sin grandes protagonismos.
Durante la Eurocopa hubo muchas campañas para presionar a los jugadores para que si ganaban la copa hicieran lo que en realidad hizo Andrés Iniesta, y que según parece es el único que lo hizo. A todos nos parecía una afrenta, por la hora en la que vivimos, que se les pagara esas sumas desorbitadas, pero todos, sabiendo que eso era irreversible, pedíamos a los eurocampeones un gesto de solidaridad y compromiso.
Se pretendía presionar la “generosidad” de los jugadores, de “los otros”.. Hoy mi pregunta es una y me gustaría que nos la hiciéramos cada uno: Yo no soy eurocampeón, ni me ha tocado la lotería, pero, si comparto lo que tengo, ¿no estaré también contribuyendo a que las cosas vayan mejor? ¿No estaré también ayudando a los que están peor? Si todos lo hiciéramos, se conseguiría más que todos los jugadores juntos.
Es una cuestión de compromiso personal. No sea que tanta generosidad teórica y de boca para afuera, de la que con frecuencia presumimos, se quede en palabras con las que nos creemos que somos mejores que los otros y en realidad es una excusa para nuestra mediocridad o falta personal de compromiso.
Termino con un relato de adolescentes: Pedro dijo a su amigo Juan: “-Si me toca la lotería, lo doy todo para los niños que no tienen que comer.” Hubo un silencio que se interrumpió cuando volvió a decir: “-Es más, si yo tuviera dos Ferrari, vendía uno para darlo a los que están peor en la vida”. Juan le dijo: “-Pedro, y si tuvieras, por ejemplo, dos bicicletas, ¿Darías una para tan noble causa?”. Si respuesta fue inmediata y tajante, como si de forma voraz defendiera la vida: “-Ni loco”. “- ¿Por qué? - preguntó Juan- “-Porque tengo dos bicicletas”.
Y tú, ¿Qué harías con lo que no tienes y qué harías con lo que sí tienes?

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