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En el contexto de una sociedad que provoca desconcierto y desorientación parece del todo razonable buscar instrumentos que permitan amortiguar estos efectos. Esta voluntad es compartida por los jóvenes y adultos a pesar de que los primeros tienen una tendencia coyuntural a priorizar el presente por encima del futuro. En efecto, en los jóvenes, la balanza entre el presente y el futuro fácilmente se desequilibra.

No deberíamos caer en la trampa de contraponer presente y futuro porque la mayoría de personajes que han marcado la historia han sido apasionados y muy inplicados en su presente y, al mismo tiempo, consideraron muy importante el futuro. ¿Por qué olvidar esta herencia? El presente comporta gozo y bienestar, inmediatez, experiencia, etc., pero no es incompatible con el futuro que se nos presenta abierto y posibilista. Quizás la clave no es el «pensar sobre el futuro» de manera genérica, sino «construir nuestro buen futuro». Traicionaríamos al reloj vital humano y a nuestra peculiar naturaleza si no aprendiésemos del pasado y lo interpretásemos, si no experimentásemos con profundidad el presente y si no preparásemos y garantizásemos el futuro.

De la experiencia universitaria y profesional sabemos que elaborar un proyecto es una buena garantía. Los objetivos, los medios, los recursos, las fases, la anticipación de dificultades, etc., son elementos que van consolidando un itinerario y, al mismo tiempo, realizan una buena función ante los momentos de dificultad o incertidumbre. Hoy en día, más que de proyectos, nos gusta hablar de hoja de ruta o, también, de bitácora. En cualquier caso, desde el ya habitual uso social o colectivo, deberíamos ser menos reticentes a la hora de saltar al ámbito de la vida individual y acostumbrarnos a hablar de proyecto personal. Por lo menos, parece del todo coherente.

Ciertamente, en un proyecto de vida los objetivos son muy importantes junto con los medios. Y también, la voluntad y las actitudes. Pero en nuestro contexto no nos podemos olvidar de los referentes. En efecto, un buen proyecto ha de tener referencias que en definitiva son las diversas personas de relevantes, las instituciones significativas, los valores y los principios o, simplemente, las buenas lecturas que nos ayuden a no perder el horizonte de nuestro viaje.

El desconcierto y la desorientación contemporánea pueden ser las nuevas cegueras o las nuevas prisiones. Cuando un joven me pregunta qué hacer ante el desconcierto yo le respondo con una nueva pregunta: ¿por qué no aplicar el mismo instrumento que te ha proporcionado éxito en la vida académica o profesional?

Publicado en Catalunya Cristiana, edición 1710, de 1 de julio de 2012, p.13.

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