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Por La puntada .

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Subimos a ver el abad Josep Maria Soler todo el equipo de Pastoral Obrera del obispado de Sant Feliu -el obispado de Montserrat- al completo. Teníamos ganas de conversar con una de las personas de Iglesia con más autoridad moral de Cataluña y, sobre todo, teníamos ganas de hacerle llegar nuestra inquietud por las consecuencias de la crisis entre la gente de nuestro entorno, y muy especialmente, por la situación de las personas inmigradas. Lo que sigue, pues, más que una entrevista es una conversación. En cursiva hablamos el equipo de pastoral obrera, en redonda, el padre abad.

- En nuestro alrededor vemos una gran necesidad de esperanza, de poder levantarnos, como el paralítico, y caminar. Hay personas que están realmente muy fastidiadas ...

- Yo creo que el deseo de que esta crisis sea una ocasión de encontrar una sociedad más justa y más solidaria y una economía más ética y más humana, para decirlo en palabras de Benedicto XVI, está en mucha gente. El problema es cómo llegar a los que realmente mueven el fondo de especulación que hay detrás de toda la crisis, cómo hacerlo para romper los canales que tienen para imponerse. Porque hay una guerra soterrada entre intereses muy poco transparentes ante los cuales los gobiernos son impotentes. Hay unas personas que no han sido elegidas democraticamente por nadie, que marcan las grandes líneas de la economía y por tanto de la política. Toda la gente que sufre debido a la crisis, y ni que decir de los recortes, en el fondo es debido a esta gente sin rostro.

- Nos preocupa esa sensación de que la política no sirve para nada, que viene acompañada por el desencanto respecto a la actuación de muchos políticos y por la sensación general de corrupción. En este contexto, los inmigrantes pueden convertirse fácilmente en cabeza de turco. De hecho, en las últimas municipales, quedó claro que cargar contra los inmigrantes daba buenos réditos políticos. Esta es la punta del iceberg, pero sigue habiendo mucha gente que, desde un punto de vista más políticamente correcto, ve la inmigración como algo negativo. Nos preguntamos qué podemos hacer como Iglesia.

- En Cataluña, ha habido una inmigración fuerte desde el tiempo de la Exposición Universal de Barcelona, ​​en la que se dio un porcentaje de integración muy elevado. Otra ola de inmigración tuvo lugar en los años 50-60-70: fundamentalmente era gente de España que se movía dentro del territorio. Esta quizás no se ha integrado tanto como la primera, pero no está mal, sobre todo la segunda generación. La inmigración actual viene de otras culturas, que, de entrada, nos pueden parecer alejadas, pero con algunas de las cuales compartimos historia, lengua o fe. Como criterio, sabemos que todos somos hijos de Dios y que los inmigrantes tienen los mismos derechos y deberes fundamentales que nosotros y que es legítimo que, si en su país no encuentran un nivel de vida justo, lo busquen en otra parte. Por tanto, yo creo que aquí no se les puede marginar, ni dejarlo como ciudadanos de segunda.

- Esto interpela a los cristianos, que nos habíamos acostumbrado a vivir con la seguridad que da una cierta uniformidad cultural. Pero la seguridad no es de Jesús y nuestra fe nos interpela para aprender a hacer comunión con gente de otras culturas y de otras creencias. Es otra manera de vivir Dios.

- Esto plantea otra cuestión, la de cómo podemos mantener nuestra identidad como pueblo y como cultura; cómo podemos acogerlos, y hasta donde hay que respetar la diferencia. Nosotros venimos de una tradición cristiana.

- Es que el papel del cristianismo queda cuestionado no sólo por la convivencia con otras religiones, sino también por la necesidad de reubicarse en una sociedad laica. Hay una laicidad muy comprensible y positiva, y hay un laicismo que mira a todas las religiones con desconfianza y que quiere reducir la religión al ámbito estrictamente privado.

- Esta incomprensión más bien se da entre los que estamos aquí. Porque los musulmanes, por ejemplo, más bien se extrañan de lo poco religiosos que somos. Un musulmán difícilmente se opondrá a que, en una escuela, haya un pesebre. Porque María, Jesucristo, forman parte de su tradición, que llega hasta Mahoma. En el Corán, Jesús es un profeta de los más eminentes, María tiene un lugar destacado. El problema aquí lo tenemos con el laicismo, en tanto que opuesto a las manifestaciones religiosas externas, no con la laicidad que propone la separación respetuosa pero la colaboración en todo aquello que afecta al bien común.

- En mi equipo de ACO, el otro día comentábamos cómo a los hijos les cuesta recibir y vivir lo que sus padres habían vivido. En la escuela, los chicos y chicas no hablan nunca de cuestiones trascendentes. La única persona que los interpela es una compañera musulmana que se manifiesta creyente y practicante. Es motivo de hablar de la fe en casa, a partir de los musulmanes. En este sentido la inmigración actúa como provocación.

Visto desde Montserrat, como monje, ¿ha habido alguna evolución en estos años en el contacto con el mundo inmigrante?

- Por un lado, en las romerías y en los grupos que vienen ha ido aumentando el número de gente inmigrada, fundamentalmente latinoamericana o de Europa del Este, que son de fe cristiana y que se van adhiriendo a las comunidades cristianas, y que van aprendiendo el catalán. Algunos han hecho suyo Montserrat, como los filipinos. Incluso tenemos un chico de la Escolanía de padres filipinos. Por otra parte, en el recinto del Santuario aumenta la presencia de magrebíes que sencillamente vienen a pasear los días de fiesta, o los domingos por la tarde, como un momento de esparcimiento, en un ambiente familiar. Es una forma de hacer suyo Montserrat. De hecho, entre los trabajadores del santuario, hay unos cuantos musulmanes, latinoamericanos, y procedentes de Europa del Este, y muy bien. Junto a estas experiencias positivas, detecto un poco más de prevención, de prejuicio en relación a algunos colectivos, como los rumanos o los magrebíes.

Es importante también mantener una relación fraterna con las otras iglesias cristianas. Estoy pensando, por ejemplo, en la comunidad copta de Cervera. Los coptos son una Iglesia originaria de Egipto, los descendientes del Egipto de los faraones. Hablan árabe pero no lo son. En Cervera tienen una comounidad muy numerosa, ortodoxa, encabezada por un laico, porque no hay curas. La parroquia de Santa María de Cervera les deja una capilla como lugar de culto. Los conocimos por casualidad, en una salida de nuestra comunidad. Coincidió que nosotros celebrábamos el jueves de Pascua y ellos el jueves santo. Los saludamos, rezamos con ellos y de ahí ha salido una relación que, entre otras cosas, les hace sentirse valorados. Ellos se encuentran con un doble rechazo: La gente de aquí los ve como musulmanes, y el colectivo musulmán los ve como infieles porque son cristianos.

En la diócesis de Lleida hay muchos rumanos y también ucranianos. La mayoría de los ucranianos son católicos pero de tradición bizantina. Son una Iglesia bastante numerosa de rito oriental con la que tenemos contacto. Suben de vez en cuando. También han venido a hacer un retiro con nosotros algunos curas y obispos ucranianos.

- Y con los musulmanes, tenéis algún tipo de relación?

-Hay dos tipos de contacto. Lo más frecuente es a través del DIM (Diálogo Interreligioso Monástico) que es un organismo dentro del mundo monástico católico originariamente para el diálogo con el monaquismo budista e hindú. En Europa, sin embargo, se incluyen también a los musulmanes, aunque propiamente no tienen monjes. El responsable de nuestra zona es un monje de Montserrat y hemos celebrado encuentros del DIM en el monasterio. Una vez tuvimos invitado, como asesor, al padre Christian de Chergé, prior del monasterio de Tibéhirine (Argelia), apenas un año antes de que lo mataran a él y a su comunidad. El tipo de contacto es más bien a nivel de intercambio de experiencia espíritual, no de diálogo teológico. Se habla, se comparte el silencio, se ruega conjuntamente.

En otro nivel, hay un contacto más o menos permanente con el Consejo Islámico de Cataluña y con otros grupos. He participado también en los diálogos organizados por la comunidad de San Egidio. Y también tuve la oportunidad de tomar parte en un encuentro cristiano-islámico donde coincidimos con el propietario de Al-Jazeera. Había representados desde el Islam más ortodoxo y más integrista a los más renovadores -que aún son muy minoritarios- favorables a una interpretación del Corán donde tiene más importancia el mensaje que el texto literal.

-A veces en los barrios, el encuentro interreligioso, que sobre el papel está muy bien, es complicado. En primer lugar porque muchos cristianos no lo viven como algo necesario. Y en segundo lugar porque no siempre es fácil acercarse a las comunidades islámicas. Nos es un mundo desconocido y los imanes a veces ni siquiera hablan catalán o castellano ... Pero hemos visto que cosas que han sido vividas inicialmente como un problema, como los encierros de inmigrantes en algunas parroquias, han acabado generando un aprecio mutuo y unas ganas de hacer oración conjuntamente.

De hecho una de las dificultades es que vemos estos colectivos con prevención, pero no tenemos mucha relación personal. Sí que existe la relación profesional, como médico, maestra, trabajador social, pero de alguna manera no es una relación de igualdad. Los prejuicios desaparecen cuando conoces a tu vecino con nombre y apellidos. Las comunidades cristianas en este sentido pueden ser un espacio de relación privilegiado.

- Hay tres o cuatro monjes que se escriben con algún preso. También alguna vez han venido aquellos presos a quienes dejan salir un día. Vienen con los vigilantes, y alguna vez han comido en la hospedería del monasterio. Hay una cierta relación. Me han invitado también a visitar un centro, para dar a conocer el trabajo que hacen y la manera de colaborar en ella. Es probable que sea una buena oportunidad.

- Finalmente, ¿qué piensa que aporta la inmigración de positivo, aquí y hoy?

- Nos cuestionan nuestra indiferencia o nuestra superficialidad a nivel religioso. Tanto los de tradición cristiana, que suelen vivir más la dimensión religiosa que muchos miembros de nuestra sociedad, como los musulmanes. Un ejemplo que explica lo que quiero decir: cada año hacemos nuestras interpretaciones sobre la cuaresma, si hemos de ayunar o no debemos hacer. Pasé un año en la comunidad que teníamos en Tantur, junto a Jerusalén, donde el jefe de cocina era musulmán y durante el Ramadán no probaba absolutamente nada en todo el día. Nosotros "picamos" con cualquier pretexto. Él hacía probar sus platos por otra persona no musulmana, pero él no lo probaba.

Aportan también una ayuda material. Han venido aquí cuando se les necesitaba, para hacer trabajos que nosotros no queremos hacer. Todo un servicio de cuidado y atención a personas mayores, por ejemplo, está en sus manos. Y hay que valorar este hecho y la actitud con que lo hacen. Aportan, pues, también una ayuda a nivel social muy importante.

Los que son cristianos y están presentes en parroquias aportan una vitalidad que quizá sin ellos estas comunidades parroquiales no tendrían. A nosotros nos ayudan a despertarnos de un cierto conformismo y de un cierto mirar sólo nuestro interés. Nos hacen abrir la cabeza, el pensamiento y el corazón y desvelan nuestro compromiso, cuando nos hacen ver que más allá de nuestra casa no se acaba el mundo, sino que hay otras necesidades y personas.

- Tienen un sentido de la providencia y de la paciencia que quizá nosotros hemos abandonado: "Si Dios quiere", "está en manos de Dios" "In-sha-Allah".

Nosotros nos indignamos por cualquier cosa, y ellos, que tienen que sufrir muchas complicaciones en la vida no se desesperan.

El discurso de prevención ante los inmigrantes suele decir que tienen sólo derechos y no tienen deberes. Pero, de hecho, es al revés, porque con la ley deben responder igual que todo el mundo. Vemos muchas familias separadas, con los niños allí, el miedo a la expulsión, o la angustia porque el trabajo se acaba y perderán el permiso de trabajo. Es una carga pesada de que no siempre nos hacemos cargo. Es un colectivo que nota mucho la crisis, que no tiene medios para regresar a su país y a quien, además, el retorno tampoco arreglaría gran cosa.

Los inmigrantes nos complican la vida, nos sacan de la instalación. A menudo los cristianos estamos preocupados por la transmisión de la fe, por una liturgia más participada, por la estructura eclesial ... El contacto con los inmigrantes nos hace cambiar las prioridades y nos hace detenernos en el camino para atender a quien lo necesita. En las comunidades está surgiendo una solidaridad que hacía años que no se veía.

- Esto también se constata aquí. En las colectas habituales de Cáritas la gente aporta con moderación, pero a medida que la crisis se ha ido agravando, hemos hecho colectas extraordinarias que han obtenido una buena respuesta. La gente es sensible.

-Además de eso, que seguro que hay que hacer, debemos encontrar algún modo de traducir todas estas necesidades que vemos en propuestas políticas factible desde la política. La realidad que se ve en Cáritas a menudo es invisible para muchas personas y hay que darla a conocer, junto con la reflexión sobre cómo, desde las administraciones públicas, con grandes o pequeñas medidas políticas y económicas, se puede evitar que la gente sufra. Quien lo vive más de cerca, puede formularlo mejor. Están surgiendo nuevas iniciativas, eficaces e integradoras, como la plataforma contra los desahucios. Si escuchas a la gente de verdad, no tienes más remedio que ponerte a su lado. Necesitamos una actitud profética. Y en este sentido valoramos las declaraciones que suelen hacerse en Montserrat, tanto por parte del abad como de algunos monjes. En este sentido fue relevante el escrito en La Vanguardia del monje Lluís Duch y Albert Chillón (El desgobierno de la salud, 6 de enero de 2012)

- Creo que eso forma parte también de la misión de Montserrat. Es la tradición de Montserrat, como lugar de acogida. Es cierto que, por su trayectoria, Montserrat tiene credibilidad ante el mundo agnóstico y no tan creyente de Cataluña. El monasterio es como una antena cristiana muy sensible a las realidades humanas. Hay que tener presente, sin embargo, que ofrecemos un mensaje, que lo hacemos con unos medios determinados y la gente puede ser sensible ... o no.

Nosotros estamos seguros de que esta pequeña conversación será signo de esperanza para muchas personas, inmigrantes o no, que sufren la crisis. Y con este convencimiento nos despedimos, con nuestro agradecimiento al abad.

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