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La Iglesia católica, las otras iglesias cristianas y las confesiones religiosas no queremos ningún privilegio. Detrás del debate sobre el pago del IBI por parte de la Iglesia planea esta sospecha. La Constitución española establece que el Estado mantendrá unas relaciones de cooperación con las diferentes confesiones religiosas y, de manera especial, con la Iglesia católica. Somos un "estado aconfesional ", como otros países de nuestro entorno comunitario. No somos ni un" estado laico "como Francia, ni un" estado confesional "como lo había sido España durante el franquismo, o como todavía lo son Gran Bretaña o Grecia.

El marco cooperador entre la Iglesia y el Estado español ha funcionado y los acuerdos Iglesia-Estado del año 1979 han permitido durante más de treinta años-a pesar de las dificultades de los últimos tiempos-de alcanzar una normalidad que han favorecido la convivencia y la consolidación democrática en España.

La exención tributaria en algunos ámbitos de la actividad económica y del uso de los bienes muebles afecta tributos muy específicos y, generalmente, la exención está ligada al tipo de actividad, la tipología de los edificios y el uso de los bienes. Estas exenciones, hay que recordar, también se extienden a otras entidades civiles que no persiguen un beneficio económico o un lucro con su actividad. En este sentido, creo que es lógico que la Iglesia, como otras confesiones y entidades, quede exenta de este tributo. Estos días se habla mucho de la Iglesia, pero nadie cuestiona que empresas como Telefónica o el Hotel Ritz de Madrid, por el hecho de ocupar un edificio histórico, no pagan el IBI.
Los partidos que ahora piden una revisión de estas exenciones y exigen acabar con estos "privilegios" caen en la demagogia. Es un ejemplo de su impotencia para buscar una alternativa creíble y sólida a la actual crisis. Es levantar la bandera de la "laicidad" y del anticlericalismo para ganar votos. No se dan cuenta que están nuevamente perdiendo el rumbo, cogiendo una parte de la herencia-quizás mayoritaria-de la izquierda marxista, pero que queda muy lejos del sentir de una gran parte de su electorado y de una sensibilidad cristiana que había estado presente también en la izquierda. Removiendo nuevamente el anticlericalismo, demuestran su debilidad programática.
Para superar la crisis necesitamos una izquierda responsable y generosa. Que asuma, como lo ha hecho en otros momentos durante la transición, que ahora su papel pasa por unir el país y no dividirlo, que pasa por ser, si cabe, más responsable que la derecha cuando estuvo en la oposición.

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