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Por Josep Gallifa .

Para unos han sido unos días de vacaciones necesarios para desconectar y descansar de un largo trimestre. Para muchos en estos días también se ha hecho presente la dimensión de las tradiciones y las costumbres en las procesiones de Semana Santa, las "caramelles", las monas de Pascua del padrino, etc. Sin embargo lo más significativo de estos días para los cristianos ha sido-y es-revivir el profundo sentido religioso y espiritual que tienen. Estas tres dimensiones: vacaciones, tradición y costumbres y sentido religioso conforman, con diferentes acentos e intensidades, las diferentes vivencias de la Semana Santa, unos habrán vivido más una dimensión, otros las otras.

Que somos un país de tradición católica se hace en estos días, de una forma u otra, evidente. Los mayores recuerdan aún las Semanas Santas de antes donde el elemento religioso era inevitable y casi inescapable: ambiente de general gravedad, películas religiosas, inexistencia de elementos de diversión, etc ... Sin tanta intensidad, los elementos de la tradición se hacen presentes y se abren debates sobre si las fiestas en el espacio público deben tener un sentido religioso, o sobre la visión de la Semana Santa por parte de creyentes y no creyentes. Sin embargo se habla poco del sentido que hay detrás las tradiciones. Para los cristianos son unos días con un sentido profundo, con momentos centrales para nuestra Fe, que seguramente tenemos que saber explicar mejor a los cristianos alejados de la Iglesia y a los no creyentes, más allá de las respetables formas externas y costumbres. Las fiestas además de marcar el tiempo, son momentos que permiten una vivencia especial.

La Pascua es sobre todo libertad y redención. Los Israelitas celebran en la Pascua que Dios los liberó de la esclavitud de Egipto, y que iniciaron el Éxodo, con Moisés, cuando se dirigieron hacia la Tierra Prometida, hacia una liberación, marcada por el Alianza con Dios en el Sinaí. Esta existencia nueva no estaba exenta de riesgos y problemas.La Pascua recuerda aquella vivencia de recobrar la libertad por la voluntad del Dios único. Para nosotros los cristianos también la Pascua es liberación. Cristo venció la muerte, el límite último de nuestra condición humana en este mundo, y con su sacrificio último, por Amor de Dios, borró el pecado de la humanidad, el nuestro. Por este hecho el pecado y la muerte no tienen la última palabra, y Cristo restaura la humanidad caída.La Resurrección es el triunfo de la Vida sobre toda forma de muerte. Es por ello que nos alegramos y hacemos fiesta, sintiéndonos pues libres en el sentido más profundo.

Durante la Semana Santa y Pascua las fiestas tienen un máximo sentido religioso y permiten a los creyentes una vivencia espiritual. Respetando todas las formas de vivir las fiestas de Semana Santa y Pascua, no está de más remarcar su singularidad esencial para la vida cristiana.

Feliz Pascua!

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