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La decisión del gobierno catalán sobre Eurovegas ni es fácil ni es tampoco evidente. De entrada, parece un poco arriesgado favorecer la instalación de un complejo turístico asentado en el juego - y todo el mundo que se deriva- cerca de Barcelona. Pero también entiendo que el gobierno vea una oportunidad para nuestra economía, si son ciertas las informaciones en la prensa que el proyecto podría significar una inversión de 17.000 millones de euros, 261.000 puestos de trabajo directos y un movimiento de más de 5 millones de turistas.
La pregunta central que nos debemos hacer es si acoger este proyecto favorecerá el relanzamiento de nuestra economía y del empleo, nuestro posicionamiento estratégico en Europa y el mundo y si, finalmente, Barcelona y Cataluña ganarán. Un complejo de estas dimensiones, junto al aeropuerto y la ciudad, nos darán una nueva dimensión internacional. Barcelona, ​​además de la ciudad de los Juegos Olímpicos y de los congresos, del Barrio Gótico y de la cultura, del mar y los cruceros, se convertiría también la ciudad europea del juego. La imagen de nuestro país también quedaría afectada: la sucursal europea de Las Vegas. Asimismo, creo que debemos reflexionar sobre el tipo de empleo y los flujos económicos, financieros, sociales y culturales que generaría.
Aunque el juego ha vivido un proceso progresivo de desregulación en nuestro país-recordemos, por ejemplo, que hace veinte años los casinos no podían instalarse al lado de les grandes ciudades o que las instalaciones de máquinas tragaperras estaban sometidas a mayor control-Catalunya y España aún mantienen una legislación que lo limita y lo supervisa. Por otra parte, parece que el magnate Sheldon Adelson, promotor del proyecto, quiere también modificaciones en nuestra regulación en materia laboral y social, exenciones fiscales y otras exigencias para financiarfinalmente el proyecto.
Entiendo que el gobierno se interrogue sobre la conveniencia del proyecto y, incluso, que lo crea oportuno. Entiendo también que los alcaldes del Baix Llobregat intuyan que puede ser una iniciativa interesante. Personalmente, creo, después de contrastarlo a fondo, que no nos interesa. Cataluña estas alturas ya es uno de los países europeos con más turismo y Barcelona a veces parece desbordada de visitantes. El sector servicios es importante-y suerte tenemos, en estos momentos-pero genera un valor añadido limitado y este proyecto probablemente conllevaría miles y miles de puestos de trabajo en este sector con gran precariedad. Por otro lado, asociar Barcelona y Cataluña con el juego-y todo el submundo que recoge-no creo que sea un valor añadidoque nos favorezca. Catalunya necesita ahora más que nunca invertir en empresas en el sector tecnológico, del conocimiento, que nos aporten valor añadido, implicadas con la Universidad y las redes internacionales de innovación. No necesitamos más turismo, y mucho menos el turismo del juego.
Hasta aquí, algunas reflexiones estrictamente de oportunidad económica, de posicionamiento de marca y de estrategia. También nos hace falta, sin embargo, una reflexión moral que debe acompañar siempre toda acción y decisión política: ¿este es el mejor camino para hacer crecer nuestro país en todas sus dimensiones? Las Vegas, icono del vicio de los Estados Unidos, es una ciudad medio aislada en el desierto. Felizmente, Cataluña no es Nevada, Barcelona no es Las Vegas. ¿Como nos afectaría como país acoger entre nosotros "el paraíso del vicio"?
No, ese no es el camino.

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