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HOMILIA B-TO-07DM (Mc 2,1-12)

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«Vinieron a llevar a un paralítico. El llevaban entre cuatro »: cuantos esfuerzos se necesitan para llevar una sola persona hasta Jesús? Por la razón que sea, la puerta de acceso parece barrada para mucha gente que busca una mano que cure y una palabra que salve. Tendremos que ayudar a muchos de nuestros contemporáneos a llegar hasta Jesús, aunque sea haciendo un agujero en el techo de la iglesia.

La iniciativa de aquellos cuatro hombres no debía hacer mucha gracia al propietario de la casa. Un agujero en el techo! Y me imagino también la indignación de la buena gente que esperaba en la puerta para ver al Maestro: «A la cola! Como todos! Haber llegado antes »El criterio para Jesús no es quien ha llegado antes sino quien tiene más necesidad de salvación, un poco como pasa en las urgencias de los hospitales.

Eso sí, lo que no esperaba nadie es la respuesta de Jesús: «Hijo, tus pecados quedan perdonados.» Los maestros de la ley quedaron escandalizados: «cómo se atreve este chaval a perdonar pecados?» Pero es que el paralítico debió quedar, como poco, desconcertado: «ya está bien que te perdonen los pecados, pero lo que yo quisiera, si no le importa, es caminar.»

Entonces Jesús, por si fuera poco, lanza una pregunta que remata tanto a los decepcionados como los escandalizados: «¿qué es más fácil, curar o salvar?» ¿Qué es más fácil, que un pecador sea reconciliado o bien que un paralítico ande ?

Michel Foucault decía con acierto que hoy en día «la salud ha ocupado el lugar de la salvación.» La salud del cuerpo, mucho más objetiva y más realista que la salud del alma, tan vaporosa. Un cuerpo adulto pesa un mínimo de cincuenta kilos, mientras el alma pesa como mucho 21 gramos. Antes, la salvación del alma nos preocupaba con la misma obsesión con que ahora nos preocupa la salud del cuerpo. Una obsesión por la otra.

La respuesta a la pregunta de Jesús parece evidente hoy en día: es más fácil salvar que curar. Salvar no cuesta nada porque no somos culpables de nada, mientras que somos víctimas de casi todo. En cambio, curar ... eso sí que es objetivo y mensurable.

Pero no nos damos cuenta de que la trampa está en la pregunta: lo que nosotros separamos, para Jesús es una misma cosa. No hay salvación del alma que no tenga un efecto sanador en el cuerpo, así como no hay verdadera curación que no vaya acompañada, de alguna manera, de una salvación: salvados del miedo, salvados de la desesperanza, salvados del cierre en nuestro propio dolor.

Que un paralítico vuelva a caminar es digno de agradecimiento y de admiración, pero que alguien se sienta salvado provoca un cambio que modifica el estado del mundo.

(El ambón es una recopilación semanal del blog "La homilía del Marc")

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