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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

El juego infantil sirve para adentrarse en las dinámicas de la vida y para relacionarse con los demás. El entretenimiento y la diversión son sus ingredientes. Siempre cuenta con unas reglas precisas que hay que respetar, sin las cuales no existiría un campo común de actuación. A veces se requiere el arbitraje de un tercero para facilitar su aplicación. Existen dos modelos básicos. El primero se fundamenta en la colaboración; el segundo, en la competición. Los educadores más idealistas, que buscan una sociedad en armonía, optan por el primero. Aquellos que persiguen la victoria sobre el adversario, que no enemigo, eligen el segundo, que se corresponde con el modelo más extendido. Niños, adolescentes y jóvenes siguen en la pantalla las competiciones deportivas de mayor calado. Los adultos, también, pero acaso son más fanáticos y menos maleables. Los jugadores de élite son sus héroes, a quienes desean imitar en el peinado, vestido o calzado. El comportamiento de sus ídolos deportivos, jugadores y entrenadores, tiene mucho de referencia, hecho que les otorga un alto grado de responsabilidad.

La confrontación entre el F.C.Barcelona y el Real Madrid es extremadamente competitiva. Siempre lo ha sido. Los dos, aunque solo uno lo reconozca, son más que un club. Subyace en sus escudos, llenos de pasión y sentimientos, una carga política y económica indiscutible. Los mismos Juegos Olímpicos sin el componente nacionalista perderían gran parte de su interés para el público. El deporte, como todas las esferas de la vida, está contaminado.
José Mourinho fue contratado por Florentino Pérez, después de realizar millonarias inversiones en fichajes, para recuperar la hegemonía del Real Madrid y poner fin a la edad de oro del F.C. Barcelona. El entrenador madridista no iba a ofrecer demasiadas sorpresas para quienes han seguido su itinerario en Portugal, Inglaterra e Italia. Crispación, violencia verbal, ataque a los estamentos deportivos, presión constante a los árbitros, menosprecio del rival, jactancia de sus éxitos personales (que no institucionales). Este guión del primer año obtiene sus frutos en el segundo: arbitrajes favorables al propio equipo y contrarios al competidor por miedo a sus descalificaciones, comités de competición que se inhiben, etc. Haber coincidido con el mejor Barça de la historia, que a las primeras de cambio le inflingió un 5-0, le acentuó su comportamiento agresivo. Los cuatro clásicos seguidos se convirtieron en una auténtica guerra de nervios. Derrota tras derrota, con una excepción. Mou estimula la violencia para sus jugadores, encabezados por Pepe, pero seguido por otros menos aparatosos, pero tanto o más lesivos como Xabi Alonso. Comportamientos sorprendentes como meter el dedo en el ojo a Tito Vilanova. Pisotón en la mano de Messi por parte de Pepe. Ajuste de cuentas en el párquing con el árbitro, que repartió errores a diestro y a siniestro. Maquiavelo al vivo: “el fin justifica los medios”. El mayor responsable, Florentino, que tolera y apoya esta conducta. Incalificable el juez único, Alfredo Flórez, que afirmó: “si a Messi le hubieran amputado los dedos de la mano, el Comité sí que hubiera intervenido”… En muchos años no se había visto en clima similar. Los responsables federativos se lavan las manos, mientras en Inglaterra dan cuatro partidos en sentencia inmediata a un agresor. Spain is different. El mundo entero ha visto las imágenes. Los culpables sin sanción. Impunidad y mal ejemplo. Pésimo mensaje para el mundo infantil y juvenil.
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