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(Salesians)El Tren de la Vida

En la vida se nos ofrece continuamente diferentes oportunidades que a veces dejamos pasar, otras las aprovechamos lo mejor que podemos y sabemos. Esta convivencia es una más, podemos quedarnos mirando cómo pasa el tren de la vida a nuestro lado, o podemos subir al tren e implicarnos, dando todo lo que tenemos, lo mejor que tenemos. El centro representa este carguero en el cual todo joven, toda persona tiene un lugar para crecer, para avanzar… una oportunidad, una esperanza.

Esta historia de Leonardo Boff, acompaña durante este curso a cada miembro de nuestra comunidad educativa y entre todos queremos hacer más agradable y humano el viaje particular y personal de cada persona. Entre todos seguimos buscando el Sentido de la Vida. Queremos descubrir junto a los niños, jóvenes y padres la gratuidad del tren y la presencia de Dios, como aquel Pasajero presente pero invisible, tal vez. Hay un buen destino para todos, para cada uno a su medida.

¿Cómo viajamos?

Parábola del Tren de la Vida

Un tren avanza, espléndido y veloz, hacia su destino. Corta los campos como una flecha. Penetra las montañas. Traspasa los ríos. Cruza las ciudades, se desliza como una serpiente mecánica, sin obstáculos. Su forma, su color, su velocidad: todo a la perfección.

Dentro del convoy tiene lugar el desarrollo de un drama: el drama de la humanidad. Gente de toda raza. Gente que conversa y gente que calla. Gente que trabaja y gente que dormita. Gente que Contempla el paisaje. Gente que negocia, preocupada. Gente que nace y gente que muere. Gente que ama y gente que odia secretamente. Gente que hasta discute la dirección del tren: ¡el convoy tomó una dirección equivocada! Gente que cree haberse confundido de tren. Gente que protesta. Incluso, contra el tren mismo: "¡No debiera haberse construido ningún tren, puesto que...!" Gente que proyecta trenes más rápidos. Gente que acepta el tren agradecida, disfrutando y celebrando sus ventajas. Gente que no se hace problema: sabe que llegará con seguridad a su destino. ¿Por qué preocuparse?

Gente que corre nerviosa, hacia los vagones de cabeza: ¡quisiera llegar más aprisa! Gente contradictoria, que va en dirección opuesta a la del convoy, caminando absurdamente hacia el vagón de cola: ¡quisiera huir del tren!

Y el tren sigue corriendo, impasible, hacia su prefijado destino. Transporta pacientemente a todos, sin distinguir entre el amargado y el comprometido. Ni deja tampoco de transportar gentilmente a sus contradictores. A nadie se niega. Y a todos ofrece la oportunidad de realizar un viaje espléndido y feliz, así como la garantía de llegar a la ciudad del sol y del descanso.

El viaje es gratis para todos. Nadie puede salir ni evadirse. Se vive dentro del tren. Y ahí es donde se ejercita la libertad: se puede ir hacia adelante o hacia atrás: cabe modificar los vagones o dejarlos intactos: se puede disfrutar del paisaje o aburrirse con los vecinos: es posible aceptar gustosamente el tren o rechazarlo con acritud. Mas no por eso deja el convoy de correr hacia su infatigable destino ni de cargar cortés y gentilmente con todos.

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