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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Cuando las copas de cava choquen sus cristales para celebrar la llegada del año 2012, cuando las plegarias y los cantos rasguen el silencio de la noche en monasterios y capillas en el momento de cambiar de guarismos, cuando la Torre Agbar dispare sus luces multicolores para acompañar las últimas campanadas y registre en su perímetro la magia del nuevo número, determinadas creencias de la New Age (Nueva Era) van a encontrar su caldo de cultivo. Resulta cíclico que en momentos particulares de la historia se plantee el fin del mundo o se enuncien grandes sucesos apocalípticos. El calendario maya proporciona, con la interpretación críptica de sus profecías, una promesa de cambio importante en la Humanidad. Roland Emmerich dirigió la película 2012 / Dr. Cadman´s Secret , apuntando a una gran transformación que conducirá a un nuevo nivel de conciencia, antes impensable. El odio y la guerra cederán su fuerza a impulsos del amor y de la armonía. La era de Acuario desembocará en la abundancia y la prosperidad. El 22 de diciembre del año que hoy empezamos marcará el fin del miedo y la Humanidad se encontrará ante su gran dilema: destruirse a sí misma o inaugurar una nueva época a la luz de una nueva consciencia.

Subyace en estas creencias, que tienen partidarios convencidos y detractores escépticos, una aspiración humana hacia el bien, el amor y la paz. Existen tres posturas que conviene analizar. La primera, la aceptación acrítica de las previsiones apocalípticas, fundamentados en la interpretación de mensajes cifrados en piedras, en lecturas esotéricas de los textos bíblicos. Existe una propuesta de trabajo personal, pero todo parece venir hecho de forma mecánica. Se trata de un terrero muy abonado para mentes paranoicas y personas crédulas. La segunda, un rechazo a estas predicciones y un desprecio a las personas que las comparten a través de una descalificación de sus creencias que se consideran tonterías y tomaduras de pelo. Un escenario perfecto para caracteres dogmáticos e intolerantes. La tercera, una actitud de discernimiento. Si se quiere limpiar el agua de la palangana en la que se lava a un niño, no es juicioso lanzar el agua por la ventana con el niño dentro. Detectar las aspiraciones que laten en estas personas resulta indispensable. La transformación, un mayor grado de consciencia, la paz, la armonía interior, el respeto a la naturaleza, una ética ecológica, la famosa conexión psíquica… son bienes deseables.
El abandono de la vida espiritual no nos está conduciendo al fin del mundo, sino al final de este mundo. La indignación que ha circulado por nuestras calles y plazas indica, son sus luces y sus sombras, el rechazo de un mundo material, donde la economía y las finanzas se han constituído en las divinidades absolutas, así como el deseo de un mundo más fraterno y justo, donde los débiles y pobres no queden marginados. El mito del progreso continuo, tanto material como social, se ha hecho añicos. Se tendrá que retroceder a nuestros niveles de bienestar de etapas anteriores. El ritmo actual de vida no es sostenible para las grandes capas de la población. Los privilegiados tendrán que abrirse a la solidaridad y al bien común si no quieren sucumbir sepultados bajo el peso de su propio oro. Jesús fue claro en la denuncia: “No podéis servir a la vez a Dios y al dinero” (Lc 16,13). Como realidades últimas y absolutas, son incompatibles. La economía, si no está al servicio de los hombres y las mujeres, se convierte en su dominador. El año 2012 es una gran oportunidad para poner las cosas en su sitio.
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