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Catalunya Religió

(Fundació Claret) Cada año, el teólogo catalán afincado en Chile Antoni Bentué, está unos meses en Barcelona durante el primer trimestre impartiendo varios cursos y conferencias. Este año también ha estado en la Sala Pere Casaldàliga de la Librería Claret donde habló de "Creer para ver y ver para Creer". El acto, estaba organizado por la Fundación Claret que este abril también celebra su simposio anual sobre el papel de los cristianos ante la crisis.

Aquí puede ver el vídeo de la intervención de Antoni Bentué sobre "Creer para ver y ver para Creer".

Antonio Bentué inició su exposición afirmando que hablar de la fe es hablar del ser humano en busca de sentido. El punto de partida de la fe es un ver en el mundo, a partir de la realidad que se percibe sensorialmente, a un Dios que nadie ha visto nunca. La cultura occidental se basa por un lado en el mundo neoplatónico de San Agustín de las ideas innatas, y por otro lado en el pensamiento aristotélico de Santo Tomás, donde los sentidos que brotan de la observación de la realidad mundana, son la base para la construcción de las ideas universales. Los seres humanos tenemos capacidad de abstracción de ideas, sacando lo accidental de lo que perciben y quedándose en lo común, como universal.

A nivel religioso ello es determinante, ya que si no hay ideas innatas, que todo surge de la observación de la realidad concreta, ¿cómo podemos tener una idea o imagen de Dios al que nadie ha visto nunca, y cómo podemos sacar la idea trascendente de Dios de la observación de lo mundano? La revelación no viene de la observación, sino que viene directamente desde el cielo, de arriba. Esta doble concepción tuvo su representación en el arte religioso, árabe, románico, gótico, importancia de la apertura al mundo.

La pregunta crucial a responder es:¿cómo podemos creer lo que no vemos a partir de lo que vemos? ¿De dónde sale la experiencia mundana? Al ser humano le surge la pregunta por las causas, de donde surgen las cosas, del sentido de la existencia. En contra de los hechos sobrenaturales de las ideas innatas de Platón, está el concepto de ciencia de Aristóteles del conocimiento por las causas, no sobrenatural, sino en el interior de la misma naturaleza. Aquí nace el peligro del ateísmo actual, ya que en el mundo todo es causal, pero ¿qué sentido tiene? El peligro no es la ciencia sino en el riesgo y el peligro de lo absurdo.

Varios pensadores han plantear la cuestión del sentido. Einstein, afirmó que lo más admirable del universo es que sea pensable, la ciencia no crea nada, sólo descubre causas y efectos. Heidegger con su concepto de metafísica, afirmó que la esencia de la realidad es la nada, la angustia de la existencia, porque ¿hay un sentido o no lo hay? Jacques Monod y Carlstrom son microbiólogos, al observar el proceso de la lactosa, el segundo se queda maravillado y lo califica de milagroso.

Rudolf Otto, desde la fenomenología se plantea lo que hay de común en toda experiencia religiosa. De ahí afirma la experiencia del numen, de la absoluta dependencia; aunque somos autónomos, en el fondo de la autonomía está la teonomía, remite a un fundamento, fuente de sentido que no está en el mismo mundo. No todo es para nada. Dios no es ni espacio ni tiempo, ni finito ni infinito, es eterno, por analogía, dentro de nuestro espacio y tiempo, llegamos a hacernos una imagen de él.

Pero ¿cómo conectamos con el eterno? Toda conexión está condicionada por el espacio y tiempo, hechas desde una cultura y que da como resultado una religión. El verdadero punto de contacto es la Palabra de Dios, la experiencia creyente se da en la parte más íntima de la persona humana, en su conciencia, en su corazón, donde uno toma conciencia de que a pesar de que Dios es oculto, uno se siente tocado por Dios.

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