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Catalunya Religió

(CR) Este miércoles por la noche el monje de Montserrat Josep Massot ha recibido el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes en un acto solemne en el Palau de la Música Catalana, un reconocimiento a su trabajo como escritor y como director de Publicacions de la l'Abadía de Montserrat.

Massot ha hecho una intervención llena de agradecimientos pero también ha querido expresar su "preocupación per la situación de nuestra lengua y de nuestra cultura", singularmente en "las Illes Balears y en el País Valencià que pasan por momentos especialmente difíciles ".

También se refirió a Cataluña donde "la crisis que nos atenaza desde tantos lados ha tenido unos efectos claramente negativos en el mundo de la cultura". "Si las administraciones y la sociedad civil no hacen un esfuerzo serio y continuado para defender con inteligencia y con tesón los avances de estas últimas décadas, corremos el riesgo de que nuestra infraestructura cultural se deshaga como una media y que retrocedemos hasta unos extremos de los que quizás no podríamos recuperarnos nunca más", alertó en su discurso.

Massot ha sido acompañado de la Escolania de Montserrat, que ha cerrado el acto con todo el público cantando Els Segadors. El benedictino Josep Massot se suma a la lista de otros personalidad vinculadas a la Iglesia que también han recibido el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes como Albert Manent -el año pasado-, Antoni M. Badia i Margarit o Miquel Batllori.

Aquí podéis leer íntegramente la intervención del padre Massot:

Palabras de agradecimiento pronunciadas por el P. Josep Massot i Muntaner durante el acto de entrega del Premi d'Honor de les Lletres Catalanes.

Palau de la Música Catalana de Barcelona el miércoles 13 de junio de 2012

En este momento, lo único que puedo decir es "gracias". Gracias a Òmnium Cultural y al jurado que ha tenido la generosidad de concederme el premio más importante de los Países Catalanes. Gracias a mi querido amigo Damià Pons, que acaba de pronunciar unas palabras excesivas desde muchos puntos de vista, pero, que no puedo ocultar que me llegan al corazón. Gracias a los cientos de personas de todo el mundo que con motivo de este premio me han hecho y me hacen llegar su amistad y su afecto, de palabra, por teléfono, por mensajes de móvil, por correo electrónico, por internet , por carta o a través de los medios de comunicación social. Gracias a todos vosotros, que os habéis querido hacer presentes en este acto solemne, de una manera especial a quienes habéis querido venir de Mallorca, de Menorca, de Ibiza, de Formentera, de Castellón, de Valencia, de Alicante, de la Cataluña del Norte, de París y de los lugares más variados del Principado, y los muchos otros que sé que están en espíritu o que nos seguirán a través de la televisión. de la radio o de la prensa, que me han tratado hasta ahora con una magnanimidad poco habitual, que agradezco de verdad, y que me han dado un relieve y una proyección que ciertamente no merezco.

De una manera muy especial, dejadme dar las gracias a mis padres, que ya no están entre nosotros, y a mi familia, a todos los maestros que he tenido a lo largo de mi vida y a las numerosas instituciones con las que he estado en contacto y que me han permitido desarrollar una actividad incesante, a menudo escondida e incluso clandestina, a favor de nuestra lengua y de nuestra cultura. Ni que decir tiene que tengo que hacer una mención especial de Montserrat, un monasterio que une la catalanidad y la universalidad, en el que desde hace casi cincuenta años he aprendido a servir a los demás y a trabajar en la lucha por los derechos humanos y los derechos de los pueblos. Me gustaría expresar, bien en concreto, todo lo que debo a los últimos abades del monasterio.

El padre Gabriel M. Brasó me acogió y me dio la oportunidad de ir por primera vez en Alemania, donde se me abrieron las puertas de un mundo muy distinto al de la dictadura franquista y donde sobre todo entré en contacto con una lengua y una cultura que me permitían completar la formación esencialmente francesa que hasta entonces había tenido. El padre Cassià M. Just, que me había iniciado en la vida monástica como maestro de novicios, me confió, cuando apenas tenía veintinueve años, la dirección de las Publicacions de l'Abadia de Montserrat, una tarea difícil y a menudo ingrata, pero a la vez estimulante y llena de compensaciones. El padre Sebastià M. Bardolet me confió la custodia del inmenso fondo del archivo de la Obra del Cançoner Popular de Catalunya, nacida precisamente en este Palau, que la familia Patxot nos cedió en 1991 y que hemos podido poner al alcance de los estudiosos cuando parecía que ya se había perdido definitivamente para Cataluña después de la conmoción de la guerra civil y de las desavenencias entre Rafael Patxot y los responsables del Orfeó Català. Finalmente, el actual abad Josep M. Soler ha mostrado siempre un interés nada disimulado por el mundo de la cultura, el diálogo entre la cultura y la fe y por la proyección internacional de nuestras actividades. Tengo que agradecer su presencia en este acto y tengo que agradecer igualmente, de una manera muy especial, que la Escolania de Montserrat se haya ofrecido a participar en él, precisamente con piezas que me llegan muy adentro: el "Moreneta en sou", de Jacint Verdaguer, musicado por el padre Àngel Rodamilans, un monje víctima de la locura desatada en nuestro país en julio de 1936, una canción popular mallorquina armonizada por mi amigo y colaborador Baltasar Bibiloni, versión poco conocida de "La dama d'Aragó", y el "Virolai", igualmente de Verdaguer y con música del maestro Rodoreda, que ha convertido en el símbolo por antonomasia de Montserrat. Y al terminar, cantaremos todos juntos nuestro himno nacional, Els Segadors, a cuyo estudio he dedicado muchas horas, con resultados en buena parte conocidos y otros que lo serán en breve.

En este capítulo de agradecimientos, no puedo olvidar tampoco los miles de personas que han formado y forman parte de la Associació Internacional de Llengua i Literatura Catalanes, de la que fui secretario durante veinte años a partir de 1973, gracias al doctor Antoni M. Badia i Margarit, que fue uno de sus principales promotores y el primer presidente, y de la que no me he desentendido nunca, como dan fe las extensas actas de los coloquios que celebra cada tres años, editadas en nuestras Publicacions, y la serie de Estudis de lengua y literatura catalanas de la que he coordinado hasta ahora sesenta y cuatro volúmenes. Ni puedo olvidar la colaboración, iniciada ya en mis años de estudiante universitario, con el Institut d'Estudis Catalans y la más tardía con la Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona. Tanto una como otra han sido especialmente enriquecedoras y no hay que decir que he recibido mucho más de lo que he dado.

No quiero dejar de recordar todavía una serie de entidades y de instituciones con las que he colaborado de muchas maneras y que me han servido para ponerme en contacto con especialistas de las más diversas materias, con estudiantes y profesores de universidades de nuestro país y del extranjero y con un abanico muy variado de personas. Menos aún puedo olvidar la cooperación abnegada y fiel de los que han hecho y hacen posible el día a día de nuestras Publicacions de l'Abadia de Montserrat en sus diversos y múltiples aspectos, sin los cuales no habría podido llegar a ninguna parte.

Ahora no me corresponde hablar de mis preocupaciones y de mis problemas. Pero no quedaría tranquilo si no aprovechaba esta ocasión tan especial para expresar mi preocupación, una preocupación ampliamente compartida, por la situación de nuestra lengua y de nuestra cultura, una lengua y una cultura que, como nos recordaba el queridísimo Juan Fuster, van de Salses a Guardamar y de Fraga a Maó. Las Illes Balears y el País Valencià pasan por momentos especialmente difíciles, y me solidarizo una vez más con todos los intentos de conseguir que el gobern del presidente Bauzà dé marcha atrás en las medidas claramente lesivas contra nuestra lengua, que necesita una protección especial y que no hace sombra a ninguna de las lenguas más consolidadas y más conocidas, y que el gobierno del presidente Fabra se esfuerce por defender la lengua propia del País Valenciano, que fue llevada por Jaume I en el siglo XIII y que es vehículo de comunicación con las otras tierras que deberían ser hermanas y no rivales.

Permitidme, sin embargo, que centre esta preocupación en la situación actual del territorio administrado por la Generalitat de Catalunya. La crisis que nos atenaza desde tantos lados ha tenido unos efectos claramente negativos en el mundo de la cultura y bien en concreto en el sector del libro y de las revistas, el mundo en el que me muevo de una forma especial. Si las administraciones y la sociedad civil no hacen un esfuerzo serio y continuado para defender con inteligencia y con tesón los avances de estas últimas décadas, corremos el riesgo de que nuestra infraestructura cultural se deshaga como una media y que retrocedamos hasta unos extremos de los que quizás no podríamos recuperarnos nunca más. Es urgente que todos sean conscientes de las dificultades y los retos que nos acosan, que no pensemos que todo está resuelto por el simple hecho de que hay libertad para todo tipo de iniciativas y que todo funciona sin el esfuerzo de nadie, que tratemos de rentabilizar los escasos recursos de que disponemos y que demasiado a menudo sirven para montar fuegos artificiales, si no se deslizan -como pasa demasiado a menudo por todo el estado- per cloacas incalificables y que nos hacen avergonzarnos como ciudadanos responsables y que creemos en los valores de la democracia, de la ética y de la solidaridad.

Dejémoslo aquí por hoy. A pesar de todas las adversidades, soy optimista respecto al futuro de nuestra lengua y de nuestra cultura, a las que he dedicado todos mis afanes durante toda la vida. El premio que recibo -y que acepto con gozo pensando que no es mío sino de todos los que me han rodeado y me han apoyado de tantas maneras, incluso sin saberlo, me estimula a seguir trabajando, a seguir defendiendo con uñas y dientes nuestros valores y nuestros derechos a menudo conculcados- siempre con respeto hacia todos y sin aspavientos inútiles, siguiendo la máxima latina fortiter in re, suaviter in modo, y a estudiar y divulgar nuestra lengua, nuestra literatura y la memoria histórica de unas épocas que algunos quisieran borrar del mapa y dar por inexistentes. Estoy seguro que todos seguiréis ayudandome. Muchas, muchísimas gracias.

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