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Catalunya Religió

(Victòria Molins) Os lo digo de verdad: estoy abrumada por la cantidad de mensajes que me han llegado después del programa El convidat. Es de agradecer a Albert Om su capacidad de conectar, de penetrar respetuosamente en la vida de los demás, pero nunca hubiera podido imaginar que lo que para mí es la vida cotidiana y sencilla, tuviera tanta repercusión. Y es que creo que la gente es más buena de lo que pensamos y cuando los creyentes "damos razón de nuestra fe", en Dios y en la persona humana, todo el mundo lo entiende y lo respeta. Gracias a CatalunyaReligió.cat ya mis amigos Jordi Llisterri i Joan Salicrú por sus palabras. Gracias a todos por vuestros mensajes en Facebook y Twitter.

Hace muchos años, un día haciendo oración, entendí muy bien algo que llamé la mística de la calle: era muy sencillo. Me habían hablado siempre de ver a Dios en los demás, pero yo entendí que era más importante que los demás vean a Dios en mí. Me explico. No eran tiempos para hablar a la gente de Dios sino a Dios de la gente. Y estaba segura de que si amaba con todo el corazón a todas las personas, sobre todo a aquellas que hemos excluido de la sociedad, estaba mostrando el rostro de Dios. Porque es bien claro lo que dice San Juan que a Dios nadie lo ha visto nunca, pero si amamos, Dios está allí donde hay amor.
Al ver la respuesta de tanta gente y las respuestas que la vida me ha dado a lo largo de todos estos años, he comprendido que la mística de la calle funciona. Y que uno de mis salmos preferidos-que como le pasaba a Santa Teresa ni me acuerdo del número-es verdad: "Los que siembran con lágrimas en los ojos llaman de cantares".

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